jueves, febrero 28, 2013

El vivo legado de Josep Fontana

Los objetivos reales de la guerra fría están aún hoy vigentes”, alerta el maestro de historiadores


tomado de http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/06/12/catalunya/1339482558_364796.html

Barcelona 12 JUN 2012 - 08:33 CET


Josep Fontana en un aula de la Universidad Pompeu Fabra durante su última clase. / MARCEL.LÍ SÀENZ

 
“En una carta a sus clientes más exquisitos, los responsables de la banca J. P. Morgan comunicaban el pasado julio que se obtenían márgenes de beneficios de los más altos de las últimas décadas y admitían que era gracias a la reducción de salarios y prestaciones”. Es una anécdota, claro; pero, primero, a saber cómo se ha enterado de ella el historiador Josep Fontana (Barcelona, 1931), y luego, cómo eso le sirve para liofilizarlo universal: “Entre 1973 y 2011 la productividad mundial ha aumentado un 84,4%, mientras que la retribución de la hora lo ha hecho un 10,7%; es lo que Paul Krugman llama ‘la gran divergencia”.
Durante años, hasta su jubilación en 2001, las anécdotas de Fontana provenían de una carta de Isabel II o de Fernando VII; no varió, pues, ayer la estrategia en el Máster en Historia del Mundo de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde este curso ha hablado de La guerra fría y su legado. La de ayer era la última clase y, oficialmente, de su carrera, cumplidos los 80 años.


El profesor dio un recital de citas de libros y prensa de rabiosa actualidad

Citaba a Krugman ya avanzada la sesión, calmado cierto acaloramiento por el cambio imprevisto de aula y la sorpresa de hallarse con el triple de asistentes con relación a los siete alumnos del máster; ahí estaban, entre otros, antiguos y conspicuos discípulos (los historiadores Eva Serra, Jaume Torras, Joan Fuster, Josep Pic y Joaquim Albareda); hacerle eso a él, hombre de costumbres y tan puntual.., “como mínimo, haberme avisado del cambio de aula”, les regañó. Pero es que era su última clase: “¡Oh, qué cosa! Sí, maestrazgo, ¡y tanto!”, lanzaba como cortafuegos para frenar elogios.

Como se debía a los alumnos “consumidores”, sacó raudo el reloj y desenfundó un buen número de folios. “Siempre suele medio leer las clases”, constataba una alumna, tan sorprendida como el profesor por la ínclita asistencia.

Con los dedos meñiques encajando al milímetro las hojas de su discurso, Fontana recordó que su generación creció con la lógica de que “el progreso es el motor de la historia”, pero que “no ha sido un regalo de las clases dominantes, sino fruto de su temor a las revoluciones y las huelgas de principios del XX”. Libros recentísimos (“él es quien aún hoy hace los pedidos de la biblioteca; tiene un ojo infalible: nunca caducan”, admitía un profesor en voz baja) o textos privados de Eisenhower (pero ¿de dónde los saca?) iban trufando la evolución del “engaño más grande inventado en la historia”: la amenaza militar y comunista de la URSS. Trago de agua fría directamente de la botella, necesario pero dominando el escenario: “Los objetivos reales de la guerra fría están vigentes: garantizar la libertad de acceso a materias primas y mantener el control dentro de las sociedades occidentales”.

Agitando una u otra mano, Fontana enlazó como tácitamente todos esperaban, su discurso con su último libro, Por el bien del imperio, y con la actualidad. La conciliación entre clases dirigentes y proletariado iniciada en 1917 muta desde 1975 en un “desmembramiento a conciencia” del Estado de bienestar. “Las clases dominantes no dormían tan tranquilas por primera vez desde 1789”, lanzó en una de sus sibilinas andanadas.

“Lamento la suerte de los que os quedáis más que la mía; hay que luchar por muchas cosas ahora”
A partir de ahí sacó su arsenal preferido: artículos de The Economist, The Guardian, The New York Times de los últimos meses y semanas, alguno “descolgado esta mañana”, como el de Krugman, y mucho Stiglitz (“es un superdotado: por capacidad de análisis y síntesis”, decía otro veterano) iban trufando infinitas conexiones: que si el déficit de los países del sur de Europa se ha producido “en los últimos cuatro años por absorber deuda privada fruto de especulaciones puras; vamos, el caso Bankia, que no se ha hundido por hacer escuelas y hospitales”; que “autoridad y represión van juntos”; que “el déficit es solo excusa para desmontar el Estado de bienestar”... En fin, que en los últimos 35 años “entramos en una nueva etapa” que demuestra que “la historia también puede ser regresión”.

La clase fue corta (55 minutos) y Fontana atajó los aplausos rápido: “Mañana haré lo de siempre”; o sea, ir al despacho, que mantendrá, y atender a alumnos. “Lamento la suerte de los que os quedáis más que la mía; hay que luchar por muchas cosas ahora”, dijo, enlazando así con la última frase de su lección magistral: “El estudio de la historia ha de ayudar a crear una conciencia de la historia”. Mejor que él en eso, pocos. O nadie.

lunes, febrero 25, 2013

PAULINO GONZALEZ VILLALOBOS. (1944-1988) IN MEMORIAM







Hace 25 años (1 de enero de 1988) murió trágicamente el historiador Paulino González Villalobos uno de los científicos sociales más inquietos de lo que el mismo denominó Nueva Historia en Costa Rica.

Sirva este espacio para recordar a un historiador e intelectual inquieto, propositivo, y de gran conciencia crítica.   Gracias a sus formas de pensar y concebir el mundo,  le permitió a González Villalobos incidir en varios historiadores  que siguen encontrando en su figura una forma de hacer historia comprometida con la realidad social en que se circunscribe;  con sus formas de debatir el conocimiento histórico y con su forma de promover una historia abierta, critica, plural y sin censuras.

Los que pudieron conocer a Paulino González siempre lo retratan como un historiador e intelectual que tenía el don de hacer que las personas que lo trataban se sintieran más que cómodas.  Al parecer era de esas personas que animaban a pensar y a desarrollar proyectos de investigación con libertad,  tanto entre sus estudiantes como colegas.  La mayoría lo recuerdan como un académico que hacía sentir  a las personas que sus proyectos eran respetables,  convenientes, dignos, o simplemente atractivos, y que  al mismo tiempo aplicaba la rigurosidad teórico metodológica en sus comentarios.

Por ello al mismo tiempo que veía atractivos los proyectos de investigación los  apoya  y espera el mejor esfuerzo del investigador.  En suma, la gente lo retrata como esos maestros de la academia y de la vida.

Su carácter de maestro se evidenciaba en todas las dimensiones.  Como académico se indica que siempre fue un camarada, un colaborador y un promotor de ideas y proyectos  antes que un competidor egoísta o descalificador de proyectos.  Como ser humano fue humilde, respetuoso y comprensivo  dejando  de lado la arrogancia, la soberbia y el egocéntrico que a veces permean en las comunidades científicas.  En el ámbito de las  prácticas cotidianas  siempre se destacó por ser un ejecutor de ideas y proyectos, más que un operador o docente déspota, como los que dominaban la época de la educación instruccioncita.  En sus polémicas, discusiones y debates se caracterizaron por ser enérgicas,  pero alegres, propositivas y encantadoras antes que pesimistas o  deprimentes,  como suele ocurrir con el intelectual anodino o que tiene poco que decir. Finalmente, consigo mismo, González Villalobos fue un perfeccionista que pasó el mismo por una crítica y autoevaluación personal,  antes que achacar la insatisfacción a otros,  permitiendo con ello que proyectos, ideas y sugerencias avanzaran.  En fin, un maestro que todos desean tener a su lado.

Por todo lo anterior y recordando a este gran  intelectual, el Centro de Investigaciones Históricas de América Central pone a disposición de todos los interesados decenas de documentos  de investigación del profesor Luis Paulino González Villalobos para que sirvan no solo de recordatorio a su memoria, sino que también sean útiles para retomar su valiosa agenda de investigación.   Así, nos atrevemos a adjuntar un inapreciable inventario desarrollado por Eugenia Rojas en el año 2000.




Finalmente, para las futuras generaciones de historiadores también adjuntamos un bello artículo que se hizo  en su momento en Anuario de Estudios Centroamericanos, Vol. 14 (1988).  http://revistas.ucr.ac.cr/index.php/anuario/article/view/3264/3170 y dos de sus obras localizadas en el repositorio  Rafael Obregón son:



Agradezco la gran ayuda del Dr. Guillermo Carvajal con sus fotografías y charlas que orientaron este rescate documental

Autobiografía de un historiador que nunca se ha puesto unos vaqueros. Reseña de "Años interesantes. Una vida en el siglo XX" de Eric Hobsbawm

 
Autobiografía de un historiador que nunca se ha puesto unos vaqueros

El Viejo Topo

Tomado de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=43629
 

Eric Hobsbawm, Años interesantes. Una vida en el siglo XX. Crítica, Barcelona 2003. Traducción de Juan Rabasseda-Gascón, 411 páginas.

Hay tres razones básicas iniciales para recomendar la lectura atenta de estos Años interesantes (AI) de Eric Hobsbawm (EJH) -tal vez, como ha señalado Orlando Figes, el historiador vivo más conocido del mundo-: la primera razón, apuntada por Perry Anderson, aparece en la contraportada de la edición castellana: las cualidades de este ensayo son tales que “es casi imposible leerlo sin relacionarlo enseguida con su obra de historiador. Nos encontramos con una especie de quinto volumen [los cuatro son sus “Eras”], escrito en un registro más personal, de un proyecto continuo que podría llamarse simplemente “la Era de EJH”.” Quien haya leído cualquiera de los cuatro volúmenes a los que se refiere Anderson (o todos ellos), comprenderá que no hay mejor recomendación concebible que la apuntada por el autor de Las antinomias de Gramsci. Estamos ante una nueva vuelta por el siglo XX de la mano del autor de la Historia del siglo XX. La segunda razón es visual: el curioso semblante de EJH en la fotografía de la portada, y su no menos singular gesto, pide a gritos susurrados sumergirse en la lectura de la autobiografía de un historiador -que sigue sosteniendo que el comunismo continúa vigente como motivación y como utopía-, cuya vida se inició en Alejandría en 1917, transcurrió en Viena y Berlín durante años decisivos para la historia europea, para desembocar algo más tarde en Londres y Cambridge. Finalmente, en tercer lugar, porque AI pertenece a la excelente aunque escasamente amueblada categoría de libros que exigen una relectura inmediata después de haber sido leído por primera vez y una localización no muy alejada de la mesa de estudio, sea cual sea el estudio en el cual uno (o una) se encuentra o encontrará inmerso.
Estas tres razones esenciales, sucintamente explicitadas, pueden ser fundamentadas con algo más de espacio mediante el siguiente decálogo:
1. Años interesantes es presentado por Hobsbawm como una autobiografía y es, efectivamente, una autobiografía.
No hay aquí ninguna vacía tautología. La cantidad de publicaciones (o afines) presentadas como biografías o autobiografías pero que, en el mejor de los supuestos, son de hecho narración descuidada, ficción urgente, especulación interesada, justificación política, re o deconstrucción histórica, desvarío ególatra, negocio, apuesta o cálculo textil-industrial, etc. -largo etcétera-, se aproxima, según los últimos y documentados estudios conocidos, al tercer elemento de la serie aléfica de los infinitos. AI no está ni puede estar incluido, bajo ningún punto de vista y sea cual sea la perspectiva de análisis, es ese denso, poco veraz y escandaloso dominio.
2. La modestia no postiza que acompaña al autor.
No es frecuente encontrar negro sobre blanco, ya en los compases iniciales de la narración (p.9), y más tratándose de un ensayo de uno de los grandes científicos sociales de los siglos XX y XXI, una reflexión tan prudente como la reflejada en el siguiente apunte:
“(...) si por lo que fuese mi nombre desapareciese completamente de la vista, como ocurrió con la lápida de mis padres en el Cementerio Central de Viena que hace cinco años anduve buscando en vano, no se produciría ninguna laguna en el relato de lo sucedido en la historia del siglo XX, ni en Gran Bretaña ni en ninguna otra parte”.

E, igualmente, refiriéndose a su trabajo y éxito como historiador en los años sesenta:
“(...) Ese fue el motivo del triunfo a mediados de los años sesenta de la maravillosa obra La formación de la clase obrera en Inglaterra, de E.P.Thomson, que elevó a su autor, con todo merecimiento, pero para sorpresa general, a la fama internacional prácticamente de la noche a la mañana. Durante algún tiempo los profesores de más edad se quejaron de que los estudiantes no leían prácticamente ningún otro libro. Yo no tenía ni el genio de Edward ni su carisma ni sus ventas, pero también escribía sobre los temas, y con los mismo sentimientos, que atraían a los lectores universitarios radicales” (p. 282).

O, finalmente y transitando por el mismo sendero, al hacer referencia a su marxismo juvenil, EJH no nos oculta que:
“Mi marxismo era, y en cierta medida sigue siendo, el adquirido a partir de los únicos textos entonces disponibles fuera de las bibliotecas universitarias, las obras y las antologías de los “clásicos” distribuidas sistemáticamente, publicadas (y traducidas en ediciones locales fuertemente subvencionadas) bajo los auspicios del Instituto Marx-Engels de Moscú” (p. 97). [cursiva mía]

3. Joyas dispersas en las páginas de AI.
Botón de muestra. En los momentos finales de uno de los capítulos más hermosos de AI (“Un niño en Viena”, pp.19-33), EJH da cuenta de un réplica de su madre ante un comentario suyo sobre el comportamiento de un familiar: “Nunca hagas nada, ni por asomo, que dé la impresión de que te avergüenzas de ser judío.” Hobsbawm señala que, desde entonces, ha intentado llevar siempre este principio a la práctica, “aunque a veces suponga verdaderamente un esfuerzo muy arduo, a la luz de la actuación del gobierno de Israel” (p.33). La condición asumida de “judío no judío”, no de “judío renegado”, no impide al autor de La era de la revolución señalar, con coraje cívico modélico y razonable, que:
a) No ve que existan razones ni que tenga la obligación moral de observar las prácticas de una religión ancestral.
b) Mucho menos, desde luego, la de servir ciegamente a una pequeña nación-Estado militarista y políticamente agresiva.
c) Ni incluso asumir la postura del judío que, con la fuerza de la Shoah, señala Hobsbawm, “afirma ante la conciencia mundial unos derechos exclusivos como víctima de una persecución. El bien y el mal, la justicia y la injusticia, no puede abanderarlos ni un sola raza ni una única nación” (p.33).
4. Las reflexiones históricas documentadas como marco del relato.
Los ejemplos son constantes, dado que EHJ no ha pretendido escribir un relato autobiográfico donde el ámbito personal degenere en cotilleo, en detalle insustancial o en chafardería televisiva, pero si tuviese que escoger algunos de ellos no tendría apenas dudas: los capítulos cuarto (“Berlín: la muerte de la república de Weimar”) y quinto (“Berlín: marrón y roja”) no sólo son buenos sino que son excelentes. Así, las páginas dedicadas a su temprano compromiso político o a la tesis (¿tesis?) del socialfascismo son de lectura obligada. Los momentos, las circunstancias vividas eran, además, tiempos difíciles, muy difíciles:
“(...) El reparto de propaganda electoral a favor del KPD no era cosa de broma, especialmente durante los días posteriores al incendio del Reichstag. Tampoco lo era votar comunista, aunque el 5 de marzo esa siguió siendo la opción de más de un trece por ciento del electorado. Teníamos derecho a tener miedo, pues no sólo arriesgábamos nuestra piel sino también la de nuestros padres” (p. 79).

5. All that jazz!
EJH fue crítico musical con seudónimo en el New Statesman and Nation y autor de un documentado libro sobre jazz (The Jazz Scene). En AI nos regala comentarios de interés, dispersos aquí y allá, en absoluto obviables, de una música “con una fuerte capacidad de emocionar” y que, como ha señalado él mismo, en repetidas ocasiones, le abrió en su faceta de historiador un campo de análisis histórico de sumo interés para su aproximación y entendimiento de los fenómenos culturales populares. Aunque de hecho, señala Hobsbawm, el jazz no es una música popular, una curiosa melodía de Cole Porter sobre amor y revolución (p.118) acompañó sus combativas actividades políticas universitarias en la década de los treinta.
La misma elección del seudónimo para sus críticas musicales no fue casual:
“(...) escribí bajo el seudónimo de Francis Newton, en homenaje a Frankie Newton, uno de los pocos músicos de jazz del que se sabe que era comunista, un trompetista excelente, aunque no una superestrella, que tocó con Billie Holliday en la maravillosa sesión de Commodore Records de la que saldría ‘Strange Fruit’ ” (p. 212).

6. Cambridge.
Los capítulos 7 y 8 están dedicados a narrar su experiencia en la Universidad de Cambridge. Nada de ellos merece ser pasado por alto. Sus referencias a John Cornford, James Klugmann, J.D.Bernal -a pesar de ser “totalmente negado para la música” (p.173)- o Margot Heinemann son exquisitas. De esta última -“una de las personas más increíbles que jamás he conocido”-, EJH comenta:
“(...) A través de una vida ejemplar, con sus consejos y su sentido de la camaradería, tuvo probablemente más influencia en mí que cualquier otra persona que haya conocido” (p. 120).

7. Las razones de una militancia.
EJH se hizo comunista en 1932, si bien no ingresó en el partido hasta su llegada a Cambridge en 1936. Permaneció en él durante medio siglo. En las páginas 125-145 da cuenta de esta experiencia política decisiva en su vida, si bien admite que “la cuestión de por qué tantos años de militancia es a todas luces procedente en una autobiografía, pero no es de interés histórico general” (p.125). Para mostrar la importancia decisiva del movimiento en la historia del siglo XX, EJH sostiene que “no ha habido un triunfo de una ideología comparable desde las conquistas (más lentas y menos globales) del islam en los siglos VII y VII de nuestra era” (p.125). Su admiración por el comunismo italiano, en sus varias tendencias (Togliatti, Amendola) es patente en sus reflexiones. Tampoco son marginales sus comentarios al “maravilloso poema de Brecht, An die Nachgeborenen [A los hombres futuros]”.
Igualmente es de cita obligada este pasaje sobre un mitin de la Pasionaria en el París de 1936:
“(...) Aun así, los discursos no son una parte significativa de mis recuerdos como comunista, con la excepción de uno que tuvo lugar en Paris durante los primeros meses de la guerra civil española pronunciado por Dolores Ibárruri, La Pasionaria, un discurso extenso, ella vestida de negro, como una viuda, en medio del silencio cargado de tensa emoción de la abarrotada pista cubierta del Velódromo de Invierno. Aunque apenas nadie del público comprendiera el español sabíamos perfectamente que nos decía...” (p. 130)

Los retratos de Georgi Dimitrov (“si no abandoné el partido en 1956 fue, entre otras cosas, porque el movimiento producía este tipo de hombres y mujeres” (p.136)) y de Ephraim Feuerlicht, Franz Marek -“probablemente no haya otro hombre por el que sienta tanta admiración”, p.137- están entre lo mejor de este capítulo.
8. Retratos de contemporáneos.
También aquí son numerosos los ejemplos que deberían apuntarse. Si tuviera que escoger entre ellos, no vacilaría: las páginas dedicadas a E.P.Thomson (pp.201 ss), la breve referencia a B. Russell (p.219) o su reflexión sobre el ex-líder del partido laborista Tony Benn (pp.250-251) estarían en mi antología de clásicos coetáneos vistos por EJH.
9. Su aproximación al nuevo laborismo.
EJH que en absoluto mantiene ni ha mantenido posiciones políticas digamos radicales en sus últimos años, apunta con esmero crítico a las tortuosas políticas del partido laborista británico del último período. Es de lectura obligada en este campo el cap.16 (“Un observador político”) y especialmente las págs.256-257 donde Hobsbawm argumenta, con neta moderación, sobre el sentido de sus observaciones críticas: el llamado nuevo laborismo merece ser discutido no por la aceptación realista del marco en el que se interviene políticamente, “sino por aceptar demasiados presupuestos ideológicos de la teología económica del mercado libre dominante” (p.256), entre ellos, y fundamentalmente, la creencia según la cual la gestión eficaz de los asuntos sociales sólo puede conseguirse a través de la conducta y comportamiento empresarial.
10. La ecuanimidad de juicio.
Basta para ello seguir con atención las varias aproximaciones de EJH a la fenecida República Democrática Alemana (p.52 y ss), o la equilibrada aproximación a Mijail Gorbachov (pp.258-259) o los capítulo dedicados a Francia (“La Marsellesa”, cap.19) o España e Italia (“De Franco a Berlusconi”, cap.20).
En síntesis: el lector está ante la autobiografía, excelentemente escrita, de unos de los grandes historiadores vivos, con vida apasionante y comprometida, sin tendencia alguna al detalle personal inesencial y que señala la paradoja de que después de medio siglo de guerra fría anticomunista los únicos movimientos que han causado muerte entre ciudadanos en el territorio del Imperio son sus propios fanáticos de la derecha extrema y los fundamentalistas sunnitas que otrora financió deliberadamente el “mundo libre” contra los soviéticos” (p.259). Por eso, concluye Hobsbawm, la humanidad tal vez tenga que lamentar que, ante la alternativa socialismo o barbarie proclamada por Rosa Luxemburg, la decisión tomada por los élites dirigentes parece apoyar la segunda opción planteada por la revolucionaria alemana. Por eso, finaliza Hobsbawm s relato, señalando:
“Pero no abandonemos las armas ni siquiera en los momentos más difíciles. La injusticia social debe seguir siendo denunciada y combatida. El mundo no mejorará por sí solo” (p.379).

Oficio y deber, ciencia y conciencia en el historiador y la historiadora cubanos



Intervención en la inauguración de la Conferencia de estudios históricos organizada por la Federación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, Ciudad Escolar Libertad, La Habana, 12 de marzo del 2012.
tomado de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=146958
La tradición que poseemosHay quienes afirman que los historiadores vivimos únicamente en la búsqueda y el relato del pasado, e incluso solo “se acuerdan” de nosotros a la hora de lo que consideran “la historia”. Quienes nos dedicamos a la Historia compartimos un patrimonio cultural, ideológico y político que siempre se construye en presente, en estrecha relación con intereses y contribuciones muy actuales. Desde el hoy y para el mañana se escribe la Historia, y en tal dimensión se forma a los investigadores y maestros de la disciplina.
El tema de la ética, y en particular de la ética del trabajo académico, es en mi criterio el primer asunto a evaluar con los jóvenes estudiantes. Mis maestros en esta universidad me formaron en la convicción de que el saber histórico y axiológico valía de muy poco, sino se llevaba a las praxis de vida. Conocer la Historia como explicación y compromiso, resulta imprescindible si de investigar, enseñar o divulgar se trata. Por demás, pensar en el oficio y el deber del historiador y la historiadora cubanos siempre será, necesariamente, una tarea de futuro
El debate sobre el oficio y el deber del historiador, recorre la propia Historia de la disciplina, en un país donde ciencia y cultura nacen en intensa articulación con la lucha política por la liberación nacional y la emancipación social. Este debate es parte indisoluble de la forja de la nación, desde los mismos albores de su concepción, en el marco del primer proyecto de autoctonía diseñado a finales del Siglo XVIII, por la intelectualidad de la oligarquía criolla. Historia y política, están estrechamente interconectadas en Cuba, como parte inseparable de la peculiar tradición cubana que se forjó en la unidad de los hombres de la cultura con el ejercicio de la política.
Ahora en julio vamos a conmemorar los 250 años de la resistencia de los habaneros y en general de los pobladores del occidente cubano en 1762, frente al ataque, asedio y toma de la capital por los ingleses. Cuando se produce este hecho histórico, los ocupantes extranjeros encuentran ya la psicología y cultura de resistencia de la sociedad criolla. Un año antes, el historiador José Martín Félix de Arrate y Acosta (1697-1766), había terminado su obra Llave del Nuevo Mundo y antemural de las Indias Occidentales1, dedicada a enaltecer La Habana. El criollo Arrate y Acosta frente al ataque inglés, no vaciló en poner su fortuna al servicio de la defensa de la ciudad que amaba, fijando desde tan temprana época, cuál es el deber y el hacer de los historiadores.
Aponte y Maceo
El proyecto primigenio de la oligarquía y en este el lugar de la memoria histórica, en su diseño excluyente, racista y blanco por excelencia, fue mestizándose como parte del proceso de transculturación2, al contacto con la inteligencia y la cultura nacida de lo popular, de lo negro, mestizo y blanco pobre.
Estamos por celebrar ahora, a partir de este 15 de marzo, el bicentenario de la conspiración organizada por el revolucionario e intelectual autodidacta José Antonio Aponte y Ulabarra (¿-1812). Aponte negro culto, tallador de oficio, antiesclavista y antirracista, hijo de Changó, presidente del Cabildo Changó Teddun 3 , será el líder de la primera conspiración independentista y abolicionista de carácter nacional, con presencia de libertos, y esclavos, de negros, mulatos y blancos. A diferencia de las sublevaciones de esclavos donde la rebeldía de los explotados no se organizaba en ideas o proyectos de continuidad, Aponte tenía un proyecto ideológico y político para una Cuba sin el dominio colonial, donde se destaca como eje fundamental la liberación de los esclavos, los derechos de los libertos y demás sectores de campesinos, pequeño burgueses, artesanos y braceros, y su red de conspiradores se extendió presumiblemente hasta Remedios, Puerto Príncipe, Bayamo, Jiguaní, Holguín y Baracoa . En conexión con la situación antillana Aponte confiaba en obtener ayuda del rey haitiano Henry Christopher (1767-1820), y del general dominicano Gil Narciso4.
La conspiración de Aponte anuncia el arribo al liderazgo del movimiento emancipador de los sujetos populares. Incansable lector, Aponte poseía una nutrida biblioteca para la época -cuando la posesión de libros por su rareza y alto costo estaba vedada al pueblo humilde-, y en ella se podían encontrar títulos como el Don Quijote de la Mancha, de Cervantes. Delatados, e l jefe de la conspiración y cinco de sus capitanes fueron ahorcados el 9 de abril de 1812, y sus cabezas se colgaron públicamente en la capital como escarmiento.
La Historia hecha desde los llamados sectores subalternos, y más certeramente desde las clases explotadas, tiene en Aponte su precursor. Cuando abortan la conspiración, entre la documentación ocupada por las autoridades colonialistas, se destaca un significativo Libro de Pinturas, que contenía la cosmogonía histórico cultural del líder revolucionario, y que hasta hoy motiva la imaginación. Perdido el libro en el proceso, la lectura del legajo judicial que trata sobre el citado libro, permite situar el potencial de su criticismo social5, su visión de sí mismo, de la Historia de los negros, de la cultura y la política de su época, y cómo era utilizado en las reuniones y propaganda conspirativas. El Libro de Pinturas de Aponte en su concepción y realización, se nos revela como la primera obra cubana que reivindica el papel y el lugar de los negros en la Historia que le fue contemporánea.
La “casualidad” en la Historia muchas veces es hija de causalidades profundas. Sesenta y seis años después de la sublevación de Peñas Altas, en 1878, en el oriente del país, el mulato General Antonio Maceo y Grajales (1845-1897) escenificó en los Mangos de Baraguá, la protesta que llenó de gloria combativa el fin de la primera guerra de independencia. Maceo calificó el Pacto del Zanjón, acuerdo de paz firmado el 10 de febrero de 1878, como una rendición vergonzosa y por su parte inaceptable. Y aun cuando no pudo lograr en aquel momento un rescate del proceso de lucha armada que salvara la Guerra de los Diez Años, la que pasó a ser conocida como Protesta de Baraguá, resultó la respuesta política que volvió a colocar en primer plano los objetivos básicos de la revolución contenidos en el Manifiesto del 10 de Octubre de 1868, dados a conocer por el padre de la patria Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1818-1874): La total y absoluta independencia de Cuba y la definitiva abolición de la esclavitud, objetivos por lo que pelearon los cubanos y cubanas desde tiempos de José Antonio Aponte.
José Martí
Quien primero se percató de la importancia histórica de la gesta de Aponte fue José Martí y Pérez (1853-1895). Eres más malo que Aponte se decía indistintamente, en la colonia en que creció el Apóstol, a niños muy majaderos, a los necios y hasta a los criminales. Los mecanismos de la hegemonía ideológico-cultural colonialista habían actuado con eficiencia en el interés de borrar la imagen de este criollo revolucionario. Sin embargo, la sensibilidad patriótica y la inteligencia de Martí, le llevan a cuestionar el mito racista y maldiciente, buscar la información verídica, revaluar y dignificar el movimiento conspirativo que lideró, todo lo que se deduce de un fragmento conservado donde anotó: ¿Qué se sabía del negro conspirador Aponte, muerto en 1812, con ocho de sus compañeros? Vivía en la Calle de Jesús Peregrino… 6
Para Martí, tan minucioso en el estudio y la promoción de la Historia nacional, la Guerra de los Diez Años constituyó un objeto priorizado de búsquedas y evaluaciones. Sobre los disensos y los rencores acumulados por los combatientes, alrededor de la firma del Pacto del Zanjón, vio con nitidez el eje de coherencia histórica que representaba la Protesta de Baraguá. El peso político e ideológico que sustentaba Baraguá era definitorio en los marcos de la nueva Revolución, de la Guerra Necesaria, que preparaba.
Martí reclama como condición del historiador, el conocimiento pleno del hombre, el humanismo con un claro sentido de dignificación social. Resulta evidente 7 la atención que le merecía la Historia en sus dos dimensiones esenciales: La Historia real en tanto consideró siempre de suma importancia para los pueblos, el conocimiento de sus orígenes y evolución, como factor esencial para la formación de sus valores patrios; junto al análisis del devenir de la sociedad, para el pronóstico de los posibles caminos del progreso social, y en tanto, la elaboración y puesta en práctica de proyectos de cambios revolucionarios y de organización de la sociedad 8 .
En Martí como en Carlos Marx (1818-1883), si los hombres hacen la Historia, esto requiere de una conciencia y voluntad capaz de hacerla. Y precisamente tal unidad dialéctica asentó el vínculo raigal de la mirada histórica martiana con el marxismo. Y ello nos permite comprender, incluida la voluntad y la obra política de los partidos revolucionarios, cómo se produce en Cuba la articulación del marxismo con la mejor y más radical tradición intelectual nacional.
Julio Antonio Mella
En la profundidad martiana descubre Julio Antonio Mella (1903-1929) el tránsito de enriquecimiento que lo articula el marxismo. Cuando a finales de 1925 escribió sus Glosas al pensamiento de José Martí, aporta el más medular ensayo del pensamiento revolucionario cubano de la primera mitad del pasado siglo XX.
Mella desde José Martí y Vladimir Ilich Lenin (1870-1924), negó en Glosas las lecturas nostálgicas por el pasado heroico, muy comunes en la intelectualidad de entonces, y rebatió las posiciones ultraizquierdistas que rechazaban con criterio nihilista el ayer, considerando que todo empezaba a partir de ellos y terminaba en ellos mismos. Debate este en el que continúa la labor de defensa del ideario nacional revolucionario que sus maestros Alfredo López Rojas (1894-1926) y Carlos Baliño y López (1848-1926), desarrollaron en el seno del movimiento obrero y en los círculos socialistas y marxistas. Defendió las tesis leninistas sobre la permanencia, el rescate y el enriquecimiento de la tradición democrática y popular que se hallaba presente en nuestras naciones, y en consecuencia, la incorporación de estos elementos en la elaboración de la táctica y la estrategia de la lucha revolucionaria.
En Glosas, Mella expresa su concepción sobre el enfoque materialista y dialéctico de la Historia, el carácter determinante –siempre en última instancia-, del factor económico en el devenir de la sociedad, y la teoría de la lucha de clases como motor de la Historia. En este sentido desbrozó el camino de la historiografía cubana hacia un modo superior de compresión e investigación, y aportó el primero y más original ensayo político-filosófico marxista de la primera mitad del Siglo XX cubano. Mella reconoce el papel de las ideas en la lucha, y al mismo tiempo señala la necesidad de la acción concreta. Junto a las trincheras de ideas -en perfecta consecuencia con Martí - sitúa las trincheras de piedras. La vinculación entre teoría y práctica, entre la idea y la acción, constituiría para Julio Antonio Mella la clave de la transformación social y este es el mensaje que traslada a sus contemporáneos.
Fidel Castro Ruz
Desde una profunda lectura de la Historia patria y universal pudo el joven Fidel Castro Ruz (1926- ), proyectar el programa cultural revolucionario de La Historia me absolverá. Fue su aporte la reevaluación de la Historia de la nación, de América Latina y el movimiento revolucionario, a la altura de los conocimientos y con las herramientas existentes en la segunda mitad del siglo XX. Fidel da una lección de cómo la obra precedente –en teoría y cultura histórica-, puede y debe ser recolocada en las necesidades y retos de cada época. Martiano y mellista, convencido marxista y leninista, hizo lo que el momento y la necesidad demandaban, utilizó el estudio minucioso de la Historia de Cuba, de la Historia de las ideas, la Historia política y la militar en particular, para criticar la propia teoría revolucionaria, innovarla y saltar con ella sobre las circunstancias.
El pensamiento de Fidel como sumun contemporáneo de la tradición ideológico –cultural progresiva y revolucionaria cubana, y en tanto unidad de la teoría y la práctica9, se expresa en seis direcciones esenciales: (1) El estudio de los acontecimientos en su dialéctica, según las leyes objetivas del proceso histórico, la cultura y el espíritu de lucha de los hombres y mujeres, (2) El papel sustantivo del sujeto histórico, del sujeto individual, y definitivamente del sujeto colectivo, del pueblo. (3) La misión formadora del conocimiento histórico, desde un compromiso práctico transformador, la función de la Historia en la formación de la memoria histórica y la definición praxiológico valorativa de los sujetos. (4) La misión proyectiva de la Historia, el aporte al diagnóstico y al pronóstico. (5) La unidad de lo local, lo nacional y lo internacional. (6) La unidad del pensamiento histórico con la actitud y la práctica de la transformación revolucionaria.
Esta perspectiva de la Historia fue expresada por el líder de la Revolución Cubana desde el propio año de la liberación: Venimos a hablar no de la historia que pasó, sino de la historia que estamos viviendo, afirmó en junio de 195910. Cinco años después, al referirse a la epopeya de Céspedes y los patriotas cubanos de las guerras de independencia, fijaría la principal clave histórica para entender y asumir la Historia nacional: ¡Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros!11 En su discurso en el acto de conmemoración del centenario del inicio de nuestras gestas independentistas, el 10 de octubre de 1968, ratificaría Fidel la continuidad dialéctica del proceso revolucionario cubano y la comprensión -más allá de contradicciones y los errores circunstanciales- de la magnitud de las tareas históricas que han sumido los revolucionarios en cada etapa de lucha de nuestro pueblo.
La tradición de que somos portadores constituye una importante  fortaleza, pero ello no es suficiente. El oficio y deber también se deben expresar en el análisis del momento actual que tal tradición fertiliza. Y ello nos conducirá, si trabajamos con honradez, a un posicionamiento claro y definitorio sobre los asuntos de nuestra actualidad profesional, local y nacional. En tal punto, estaremos en la posibilidad de compartir nuestra verdad, debatirla y enriquecerla en el afán patriótico de mejoramiento colectivo, que nace de los padres de la ciencia, la cultura y la política cubanas. Sin este ejercicio personal de criticidad refrendado en nuestros actos, es muy difícil investigar y enseñar Historia.
Oficio y deber, ciencia y conciencia en el historiador y la historiadora cubanos12
Los retos de la contemporaneidad
Hoy sin dudas, asistimos en el país a un rearme de la historia como proyecto científico y como proyecto social, avanza la excelencia de la historiografía cubana, y sobre todo está en marcha una notable recuperación del papel de las disciplinas históricas en el currículo docente de la enseñanza general y universitaria, aspecto este que se precisó con particular fuerza en los objetivos aprobados por la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba, el pasado enero 13 . Este crecimiento con calidad, tiene por correlato el compromiso de la inmensa mayoría de los historiadores e historiadoras con la sociedad revolucionaria.
Tan positivo escenario regocija y a la vez impone para avanzar con paso seguro, repensar los aciertos y fijar las debilidades y sus cursos de solución. Es que los logros del momento actual se entienden con mucha más plenitud, si los vemos en su movimiento real, como aciertos en el concierto de las contradicciones existentes, en medio de los crecimientos humanos y organizacionales por adelantar, las fragilidades a resolver y los consensos a construir. En Cuba por demás, nada escapa al cruento enfrentamiento con el imperio estadounidense y sus aliados ideológicos y políticos.
La subversión contrarrevolucionaria
La utilización del campo intelectual y de la Historia es de vieja data. Frances Stonor Saunders ha documentado suficientemente la guerra cultural de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, desde antes del triunfo de la Revolución Cubana, cuando patrocinaba la revista History, publicada por la Sociedad de Historiadores Americanos 14.
Contra Cuba existe una definida dirección de la propaganda y la subversión ideológico-cultural anticubana, que se desenvuelve en el terreno de la Historia, en el intento de reescribirla, tergiversarla y manipularla. Apuestan al sueño de una glasnost “cubana”, que destruya el imaginario histórico y cercene la memoria de lo que hemos sido y somos. A tal diseño se destinan millones de dólares en unos y otros proyectos de “estudio”, información”, “eventos”, libros y artículos “de ciencia” y “premios”.
La propaganda visceral, literalmente mentirosa y grosera, no es lo que caracteriza la labor de los servicios enemigos dirigida contra la Historia y los historiadores. Esto último solo ha quedado como producción residual en el estercolero de la mafia cubano americana. Generalmente los libros de propaganda contrarrevolucionaria con camuflaje de libros de “historia”, cumplen el llamado el principio de la verosimilitud. Presentan sus embustes desde hechos reales, pues en públicos cultos como el que ha formado la Revolución Cubana, el mensaje tendencioso, para que tenga alguna verosimilitud, debe partir de acontecimientos que de una u otra manera ocurrieron.
El principio de la desinformación está dirigido a minimizar y/o desfigurar la realidad histórica, para mencionar lo imprescindible y destacar solo aquello que les interesa. El principio de la silenciación combina silencio y olvido alrededor de unas y otras realidades de la Cuba colonial y neocolonial, la omisión de aspectos sustantivos y de aportes del movimiento revolucionario y de sus líderes, son metodologías recurrentes. Difícilmente detectables, los silencios se enmascaran como “olvidos”. Constituyen el reverso y la otra cara del recuerdo y están indisociablemente unidos a la acción de construcción-destrucción de la memoria histórica. El silencio oscila entre las barreras de ocultación y las de lo indecible. Sobre temas históricos, la desinformación y el silencio pretenden eliminar la memoria de explotación, inequidades y dependencia, en aras de maquillar y reforzar la identidad de los grupos portadores del pasado burgués-capitalista.
La vaguedad y la simplificación complementan el sistema de principios de los servicios de la propaganda imperialista. En tanto huyen de explicaciones precias, y pretende dar una respuesta “sencilla” a problemas complejos y controvertidos15.
El desprecio por la Historia combativa, la descalificación del papel de las masas populares a favor de las élites, y el anticomunismo, se mantienen como ejes fundamentales de la labor ideológica contrarrevolucionaria. Alegan que los comunistas hemos inventado una historia teleológica 16 . Es sistemático el ataque dirigido a descalificar al movimiento comunista durante la república, y a la Revolución después del triunfo de 1959. Una línea principal de esta modalidad agresiva, centra el ataque a la figura del Comandante en Jefe Fidel.
La voluntad de formar a nuestras jóvenes generaciones en la tradición combativa y revolucionaria, se acusa por ser una enseñanza “oficialista”, “ideologizada” y “politizada”. Método recurrente es vendernos como “novedosos” y “problematizadores”, textos articulados con la peor propaganda contrarrevolucionaria.
Montada en la ola “postmoderna”, la propuesta desmovilizadora manipula este movimiento científico y literario contemporáneo. Abundan las exhortaciones a romper con el estudio de los macro-relatos -de los procesos históricos y del marxismo entendido como macro-teoría-, para sobrevalorar la importancia de la microhistoria y presentarnos una suerte de micro-microhistorias, que nos enajenen de las visiones de conjunto. Se nos propone menospreciar el enfoque de clase y sus interconexiones, frente a la emergencia de los no menos importantes estudios de género, racialidad, y otras diversidades. Las categorías duras de la teoría y metodología marxista, se acusan también de “ideologizadas”, a favor de un lenguaje aséptico que evade el conflicto fundamental entre explotados y explotadores, entre opresores y oprimidos.
Los libros de la historia prefabricada por la contrarrevolución, presentan tres niveles de realización. Primero: Lo que dice el autor -lo intencional que no necesita interpretación- que se centra en lecturas reduccionistas y tendenciosas, cuando no hipercriticistas. Segundo: Lo sobreañadido, en tanto intencionalidad subyacente de desmontar la historia, cuestionar y atacar sus valores y personalidades, para sembrar dudas sobre un ayer que nos acompaña en el hoy. Tercero: Lo simbólico en la estimulación y fabricación de mitos y hechos-estigmas, cuyo carácter extra verbal se dirige a la psiques para prejuiciar y sembrar desconcierto.
La mejor carta de presentación de la literatura orientada por las agencias enemigas, es que esta se publicite bajo la autoría de un nacional. Y hay que decir con plena claridad, que nuestros enemigos conocen bien el espurio oficio de comprar, comprometer, e instigar, emplean sus mejores profesionales, ideólogos, psicólogos, filósofos, especialistas, cientos de hombres capaces, confirma el profesor de Historia, ex-agente de la CIA y combatiente de la Seguridad del Estado cubano Raúl Antonio Capote17. No solo está la nómina de la “disidencia” con sus tarifas mercenarias. Existe la contaminación, el cortejo y la influencia sobre individuos proclives a ser manipulados desde los errores cometidos por burocracia, insensibilidad o maledicencia, las aspiraciones insatisfechas, los individualismos a ultranza, las miserias humanas y los traumas personales. También como ha ocurrido y ocurre en muchos otros procesos revolucionarios, en Cuba hay Súper-revolucionarios tan, pero tan a la izquierda de la izquierda, que sin argumentos convincentes para sus prédicas hipercriticistas, terminan echando mano a los mismos recetarios de la propaganda contrarrevolucionaria. Es importante establecer que en este punto del camino recorrido, no hay ingenuidades. Se es o no se es.
La demostración argumentada y el juicio de ciencia, hijas siempre de la firmeza, son los ingredientes esenciales para fundamentar la denuncia de las vilezas con falso ropaje histórico.
Mirarnos hacia dentro
Los retos que enfrentamos no solo parten de la agresividad de los servicios de subversión imperialista, del ataque enemigo . Aún hay mucho que hacer para perfeccionar nuestro trabajo profesional y sus circunstancias. Las problemáticas en curso ocupan varias áreas del propio saber histórico, de la investigación, enseñanza, docencia, formación y capacitación de los profesionales de la historia, así como del siempre trascendente tema de la introducción y publicación de los resultados, su divulgación e impacto social.
Las cualidades del debate revolucionario, deben acabar de imponerse en nuestro medio, como el antídoto imprescindible para evitar, entre quienes compartimos la misma trinchera, las discusiones bizantinas, las objeciones que no se explican y los desencuentros culposos. La crítica a los resultados y a las instituciones, no puede asumirse como ataque personal a los autores y directivos de uno u otro proyecto. No todos tenemos el don de la mesura y la afabilidad, pero estamos obligados al menos, al trato respetuoso, y sobre todo a manifestar una posición proactiva, atenta y abierta en el ejercicio de la opinión.
Porque somos humanos perfectibles, los errores nos acompañan a unos más a otros menos, el problema está en la actitud que asumamos para reducirlos al mínimo. Lo definitivo siempre será el saberse situar en el campo de la honestidad y justicia.
Urge aprender a distinguir el libelo de la propaganda enemiga, de la obra historiográfica seria y fundamentada, aun cuando en ella se revelen cursos teórico metodológicos, y posicionamientos que no compartimos, incluidos aquellos de naturaleza política o ideológica.
Vivimos en un país y en un mundo con un universo cada día más diverso. Hay que felicitar que se publiquen y circulen obras de autores nacionales y extranjeros, incluidos ensayos históricos, que nos brindan esa pluralidad. De colegas que viven en el país, escritores, filósofos, historiadores, y muchos otros especialistas extranjeros y cubanos que radican en el exterior, de las más disímiles tendencias filosóficas, políticas y teórico metodológicas. Estos autores no son el enemigo como afirma cierto pensamiento censor que aún persiste. Nadie posee la verdad absoluta, esta se construye en sucesivos consensos colectivos. En esta dirección es útil recordar que la historia del pensamiento revolucionario en ciencia y política, el marxismo -y en Cuba los más sólidos legados axiológicos, ideológicos y politológicos martianos y fidelistas-, se fundaron y construyeron en medio de la fertilización enriquecedora con lo mejor y más progresivo de cada época, en la lucha de ideas, en debate y crítica tanto con los adversarios, como con los compañeros de ruta.
Tenemos aún entre nosotros a quienes pretenden escribir –o que se escriba- la Historia, al ritmo del último discurso de la dirección del país. Hay que evidenciar de manera clara y pertinente a tales acomodadores de la historia, que no pocas veces apelando “a buenas intenciones”, a patrioterismos y oportunismos, intentan sustituir la riqueza del movimiento real, con propuestas retocadas por lo que consideran “políticamente correcto”.
Hay colegas que no conocen los aportes más novedosos de la teoría, la metodología e historiografía nacional e internacional, y se justifican con toda clase argumentos sobre las cortas ediciones cubanas, la débil importación de títulos publicados en el extranjero, los costos de los libros, el aislacionismo informativo en esta área académica, la falta de contacto con especialistas extranjeros, o la débil conexión a Internet; pero más allá del peso de una u otra realidad, lo cierto es que no se ocupan de explotar al máximo todos los recursos y canales que existen en las instituciones gubernamentales y en las asociaciones de la sociedad civil, menos de diseñar por sí mismos vías de acceso, intercambio y financiación.
No faltan los “miméticos”, la diferencia es que si ayer fueron miméticos a la izquierda dogmática que nos llegaba del marxismo oficial soviético, hoy lo son al “centro” o definitivamente “a la derecha” que nos llega incluso, desde algunas ilustradas izquierdas recicladas en la socialdemocracia y el liberalismo.
La Historia no está libre de algunos de los déficits de desarrollo que persisten en el actual despliegue de las ciencias sociales del país. Un hacer muy individualizado, donde el papel de los colectivos de ciencia debe crecer en el ámbito de la construcción colectiva del conocimiento. La labor investigativa de algunas facultades de historia, no logra saltar los muros de los centros de educación superior, para acercarse a las necesidades de sus entornos territoriales. Es notable la ausencia del trabajo en redes, y la poca presencia de los centros de investigación histórica y de los historiadores e historiadoras, en los incipientes resultados del trabajo multidisciplinario en el Polo de las Humanidades.
El Programa Nacional de Historia está dado a ocupar el papel coordinador y promotor a nivel de país, de todo el conjunto de instituciones académicas, universidades y asociaciones científicas, que trabajan con las disciplinas históricas, pero aún este mecanismo no logra rebasar el ámbito de lo orgánico-administrativo. Tal Programa precisa convertirse realmente en el articulador por excelencia, de las prioridades temáticas y los recursos nacionales destinados a la investigación histórica. Muchos compañeros y compañeras ni saben que existe.
A la altura de las circunstancias
La historiografía y la enseñanza de la historia, se abren a los retos de la construcción de una idealidad socialista cercada desde el mercado y agredida por los centenarios enemigos de la patria, que precisa de los viejos y nuevos saberes históricos, de la tradición, los principios y las calidades de nuestros fundadores, de la inteligencia y el trabajo corporativo de los historiadores e historiadoras de todas las generaciones revolucionarias. El nudo ideológico y orgánico que articula la tradición de ciencia y conciencia en nuestro país, con el privilegio de la sólida mirada que aporta el marxismo, resulta decisivo para cumplir la misión social de la disciplina.
Si resulta vital el trabajo del historiador y la historiadora, en el terreno de fundamentar las claves de nuestro presente, en la defensa y construcción de la cosmovisión científica, cultural y moral de la cubanidad revolucionaria; más aún se impone la función pronóstica, el imprescindible aporte de certezas y experiencias, para participar en el diseño del programa de futuro posible.
Debemos utilizar más la crítica y el debate, tanto en la prensa como en los espacios académicos, pero sobre todo hay que ejercitar las inconformidades en la construcción de alternativas concretas. No hay aprendizaje colectivo sin práctica y esfuerzo individual, y la transformación de las circunstancias que nos sean adversas no tiene que realizarlas segundos o terceros. Hay que entender que nuestra acción, por muy modesta que sea, suma al protagonismo definitivo del pueblo en Revolución.
El mundo académico cubano es bien nutrido. Tenemos una recién inaugurada y muy prometedora Academia de la Historia de Cuba, la cincuentenaria y fortalecida Academia de Ciencias de Cuba, el prestigioso colectivo de investigadores del Instituto de Historia de Cuba, otros acreditados equipos en más de 40 universidades y centros de estudios, que desarrollan programas de investigación y docencia de la Historia. Poseemos la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), y los historiadores e historiadoras también nos nucleamos en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe (ADHILAC). Si desde las misiones, particularidades, y ritmos de cada sujeto institucional o asociativo, nos integramos y marchamos unidos, no habrá problemática interna, insuficiencia o reto que no podamos resolver. Ni cima del conocimiento o tarea de construcción socialista que no logremos conquistar.
Notas:

1 José Martín Félix de Arrate y Acosta: Llave del Nuevo Mundo. Antemural de las Indias Occidentales, Editorial Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana, 1964.
2 Fernando Ortiz: Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1963, p 98 -104
3 Ver: Franco, José Luciano: La conspiración de Aponte. En: Ensayos históricos,. Ciencias Sociales, La Habana, 1974; Gloria García: Ob cit, p 66-74
4 María del Carmen Barcia: Los ilustres apellidos: negros en La Habana colonial, Ediciones Boloña, La Habana, 2008, p 292-293.
5 Jorge Pavez O: El Libro de Pinturas, de José Antonio Aponte. Texto, conspiración y clase: el Libro de Pinturas y la política de la historia en el caso de Aponte, Anales de Desclasificación, Vol. 1: La derrota del área cultural No. 2, 2006, p 671.
6 José Martí y Pérez: Obras Completas, Tomo 22, Editora Nacional de Cuba; La Habana, 1966, p 247.
7 Se ha dicho, con razón, que no hay en la obra martiana una teoría de la Historia acabada ni sistemáticamente expuesta. Véase Julio Le Riverend: “Martí en la Historia, Martí historiador” en, Anuario del Centro de Estudios Martianos,.La Habana, 1985, n. 8, p. 176.
8 Ver: Olivia Miranda Francisco:Historia, cultura y política en el pensameinto revolucionario martaiano, Editorial Academia, La Habana, 2002, p 107-121
9 Dolores Guerra y otros: Presentación. En Fidel Castro y la Historia como ciencia (selección temática 1959-2003), Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, p 9 y ss.
10 Dolores Guerra y otros: Ob cit, p 13.
11 Ver: Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba y Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en el acto celebrado en la escalinata de la Universidad de La Habana honrando a los mártires del 13 de marzo, 13 de marzo de 1965. Departamento de Versiones Taquigráficas del Gobierno Revolucionario, www.cuba.cu/gobierno/discursos/ 1968 /esp/f 1010 68e.html
12 Intervención en la inauguración de la Conferencia de estudios históricos organizada por la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, Ciudad Escolar Libertad, La Habana, 12 de marzo del 2012.
13 Ver: Partido Comunista de Cuba. Objetivos de Trabajo del PCC aprobados por la Primera Conferencia Nacional, Editora Política; la Habana, 2012, p 7.
14 Frances Stonor Saunders: La CIA y la guerra fría cultural, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003, p 197.
15 Héctor Hernández Pardo y Reynaldo Infante Uricazo: Análisis de información internacional y medios dedifusión, Editoria Pueblo y Educación, La Haban, 1991, p 139.
16 Enrique Ubieta Gómez: Cuba: Revolución o reforma, Casa Editora Abril, La Habana, 2012, p 15.
17 Raúl Antonio Capote: Enemigo, Editorial José Martí, La Habana, 2011, p 188.
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