sábado, septiembre 21, 2013

¿Qué hacemos los historiadores? En recuerdo de Charles Tilly



Un artículo de Julián Casanova tomado de http://www.juliancasanova.es/que-hacemos-los-historiadores-en-recuerdo-de-charles-tilly/


o que hacemos, y cómo lo hacemos, los historiadores presenta algunas peculiaridades respecto a lo que hacen, y cómo lo hacen, los sociólogos históricos o los profesionales de las restantes ciencias sociales. Voy a centrarme en esas peculiaridades, para insistir de nuevo, como he hecho continuamente aceptando diferentes estímulos e influencias, en una defensa de la historia y, más específicamente, de la historia social.[1]
Es cierto, como Charles Tilly ha insistido en más de una ocasión, que la mayoría de los historiadores, pese a no presentar este argumento de forma explícita, asumen que dónde y cuándo ocurre un proceso social o un fenómeno afecta significativamente a cómo ocurre. El tiempo y el espacio constituyen así las dos variables fundamentales para el historiador, de lo cual se derivan dos importantes consecuencias metodológicas: la primera, que nunca hay que interpretar un fenómeno hasta que no se le sitúa en su tiempo y espacio apropiado; la segunda, que conviene ser muy cautos a la hora de hacer generalizaciones y comparaciones sobre fenómenos diferentes en el tiempo o en el espacio. Para la mayoría de los historiadores, por ejemplo, un libro como el de Theda Skocpol, Los estados y las revoluciones sociales, resulta bastante ajeno a esos rasgos que identifican nuestro oficio porque analiza tres revoluciones claramente separadas por la historia, desde el siglo XVIII al XX, por la geografía, desde China a Francia, y por la ideología, liberal o comunista, en un único marco interpretativo.
Con algunas excepciones, los historiadores profesionales casi siempre se especializan en una, o dos como mucho, posibles combinaciones de tiempo y lugar. El argumento para hacerlo así suele ser, y resulta bastante legítimo y convincente, la dificultad que conlleva el aprendizaje de idiomas diferentes, controlar las fuentes, la historiografía y el contexto social de varios países en amplios períodos. La mayoría de los historiadores, con el rigor y la honradez intelectual como carta de presentación, se especializan en una zona única y específica del mundo durante un espacio corto de tiempo. Los campos de investigación histórica definidos por fenómenos diferentes al espacio y el tiempo existen –y ahí están la ciencia, el parentesco o los grandes cambios demográficos-, pero los practican una pequeña minoría de historiadores. La historia nacional, de la política nacional para ser más exactos, marca los planes y prácticas de investigación, en el plano local o en marcos más generales, de la mayoría de los historiadores.
El historiador cree y confía sobre todo en las fuentes primarias (escritas, aunque en los últimos tiempos las orales o visuales han sido perfectamente aceptadas). La capacidad de localizar y transmitir información de documentos relevantes constituye una parte significativa del oficio del historiador, una habilidad que reconocen y consideran muy positivamente el resto de los colegas. Como ya hemos señalado, aceptar o no la división entre fuentes primarias y secundarias, textos históricos y literarios, ha sido, en las últimas décadas, una fuente de debate entre la historia y las ciencias sociales y entre los historiadores y el postmodernismo.
Cualquier estudioso del comportamiento humano oscila entre tratar a la gente como objeto de fuerzas externas o como protagonistas de sus decisiones. Una buena parte de los historiadores asumen que ellos describen las acciones y decisiones de los actores de la historia –individuos, familia, clases, naciones o cualquier otra categoría- y que pueden, de una forma razonable, disponer esas acciones en secuencias narrativas coherentes.
Esos rasgos del oficio del historiador –insistencia en el tiempo y en el espacio, evitar comparaciones más allá de la política nacional, extrema confianza en los documentos y construcción de narraciones sobre actores concretos- marcan las señas de identidad de una empresa muy peculiar. Una disciplina organizada de esa forma no es probable que se interese mucho por descubrir principios que se apliquen a través de grandes estructuras de tiempo y espacio, o por tratar con cambios sociales que operen a través de una acumulación de acciones diversas derivadas de millones de actores. Quienes intentan hacerlo suelen tener más problemas para hacerse entender, y respetar, por otros historiadores.

Hay fronteras o límites que, obviamente, en las últimas décadas se han cruzado con cierta flexibilidad. Los historiadores han aceptado las contribuciones que a la investigación histórica han hecho gentes procedentes de otros campos científicos, ensayistas, novelistas e incluso cronistas no profesionales. Pero hay una respuesta básica a la pregunta de por qué nos interesa y preocupa la historia: todo el conocimiento fidedigno de los asuntos humanos descansa en acontecimientos que son ya historia. Quien quiera comprender las guerras, la acumulación del capital, el crecimiento de la población, las estructuras de opresión y desigualdad y cualquier otro fenómeno crucial, o menos crucial, debería tomar en serio la historia. La historia proporciona la llave para comprender el presente y puede ser guía para el futuro, aunque muchos podrán seguir diciendo que para qué preocuparnos de lo que ocurrió en el pasado y aducirán también que no puede conocerse el futuro.
La historia social ha ocupado, desde la Segunda Guerra Mundial, una posición especial en todo ese debate. Algunos de los logros mayores de los historiadores, así como algunas de las controversias más relevantes, se han desarrollado en el marco de la historia social. Sin ella, por ejemplo, nunca hubiéramos descubierto los rostros de las multitudes y gracias a ella se han realizado investigaciones empíricas notables sobre la cuestión de si las clases se forman como respuesta directa a los cambios en la organización de la producción.
Casi todas las cuestiones e investigaciones de esa historia social se han concentrado en una vasta empresa: reconstruir las experiencias de la gente ordinaria en el marco de amplios cambios estructurales. En general, eso ha significado, desde la historia local o menos local, trazar el impacto del capitalismo y los cambios en las características de los estados nacionales. Los estudios sobre las clases, la vida cotidiana, los modos de vida, los movimientos sociales y otros muchos temas más clásicos o recientes se adaptan a esa descripción general.


Los historiadores nos diferenciamos mucho entre nosotros por la escala que empleamos en nuestro trabajo, por el balance que establecemos entre el análisis de amplios procesos o de experiencias individuales, por el uso de la explicación o de la narración, y por la relación que establecemos con las restantes ciencias sociales. Todo eso es lo que intento transitar por diversos caminos. Varios estímulos e influencias se han  cruzado en mi trabajo como historiador, aunque  siempre he intentado explicar explícitamente y sin ambigüedades el valor de las historias que cuento. En esa formación “híbrida”, me he identificado con una historia social guiada por teorías y procesos de creación siempre en estrecho diálogo y relación con los restos que las fuentes materiales nos dejan. He valorado, y he intentado practicar, el rigor, la libertad y la honradez intelectual. Mis investigaciones sobre la violencia en la guerra civil y en el franquismo, el proyecto de investigación en el que he involucrado a varios discípulos y colaboradores, resume perfectamente esa trayectoria profesional. Eso es parte de lo que he aprendido de la historia y de los historiadores.

[1] Tuve la ocasión de debatir ese asunto con Charles Tilly, a partir de su trabajo presentado en el seminario del Center for Studies of Social Change, de la New School for Social Research de Nueva York, que entonces él dirigía: “How –and what- ara historians doing?”, The Working Paper Series, New School for Social Research, n. 58, enero 1988. Charles Tilly, Chuck, autor de una decena de libros fundamentales para entender el mundo moderno, murió en Nueva York el 29 de abril de 2008.





Diálogos Revista electrónica e impresa de la Escuela de Historia de la Universidad en el ndice Sherpa / Romeo



Nos complace informar que Diálogos Revista electrónica e impresa de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica forma parte del índice Sherpa / Romeo. Lo cual será consignado en el próximo número de la revista.

Hace quince años se inició un gran camino como fue abrir el conocimiento histórico sin prejuicios de índole generación, ideológico, de escuelas de pensamiento y, desde luego a la práctica histórica, todo con dos objetivos. El primero reasumir las conversaciones y disertaciones dentro de la comunidad de investigadores costarricenses. El segundo, reasumir el debate de enfoques, ideas, propuestas, sectores de la historia y marcos teórico metodológicos dentro de un marco de búsqueda de crecimiento del desarrollo historiográfico, respeto mutuo y compromisos de apertura temática, teórica y de enfoques.

Hace quince años Diálogos fue la primera revista digital de la Universidad de Costa Rica concebida como tal, abriendo brecha en el Consejo de la Vicerrectoría de Investigación (COVI), entre cuyos objetivos están la creación de medios para colaborar en la divulgación de los resultados de las investigaciones útiles para la comunidad costarricense y mundial; proponer políticas para el desarrollo coordinado y eficiente de los programas de investigación de la universidad y evaluar periódicamente los resultados de los proyectos académicos. Asimismo, En ese contexto se insertó en los rigurosos sistemas de reconocimiento del ISSN, de régimen académico y da las pautas internacionales que se iban dando en el ámbito mundial académico de las revistas electrónicas.

Tres lustros han pasado desde que Diálogos asumió grandes retos para que los debates historiográficos costarricenses y centroamericanos se convirtiesen en parte de los conocimientos internacionales al generar procesos de etiquetado, indexación y creación de repositorios para que los artículos publicados fuesen reconocidos por los índices anglosajones, los cuales se ubican como centros de aprobación y consentimiento del conocimiento generado y luego reconocido por las comunidades científicas élite a nivel mundial.


Además de ello, Diálogos fue pionera en la Universidad de Costa Rica al generar una licencia Creative Commons, lo cual permite que los contenidos de Diálogos se puedan compartir - copiar, distribuir, ejecutar y comunicar públicamente la obra e incluso hacer un uso de las obras siempre y cuando se distribuyan de forma gratuita, se reconozcan los créditos de la obra tanto al autor como a la revista; y se respeten los derechos morales del autor.

Al poco tiempo de salir los primeros números de Diálogos fue reconocida en los primeros espacios internacionales. Así que esta indexación en Sherpa / Romeo http://www.sherpa.ac.uk/romeo/search.php?jtitle=Dialogos&issn=1409-469X&zetocpub=Universidad+de+Costa+Rica&romeopub=Universidad+de+Costa+Rica&fIDnum|&mode=simple&la=es&version=&source=DOAJ&sourceid=2226


Forma parte de una serie de aspectos que son evaluados. En el caso del espacio Sherpa / Romeo otorgó el punto mayor de su clasificación. Este índice clasifica con cuatro colores a las revistas. En el caso Diálogos Sherpa / Romeo lo ubica en el color verde, el cual representa la máxima ubicación que reconoce la permanencia de los archivos en servidores, la capacidad de pre imprimir y de usar editores universales de acceso.

En estos quince años han surgido figuras claves. El Catedrático Guillermo Carvajal dio su apoyo incondicional al proyecto en épocas que no se creía que se podía usar lo virtual y la Internet como una forma de crear y difundir conocimientos y fortalecer con ello comunidades científicas. El máster Francisco Enríquez posibilitó que la Escuela de Historia creara una nueva revista abierta a nuevos campos de historia, la cooperativización de las fuentes; y desde luego a la difusión del conocimiento y la cultura histórica. El doctor Ronny Viales en estos años se ha convertido no solo en un elemento fundamental de la autocrítica sino también de gran trabajo y esfuerzo para que este proyecto camine.


A ellos se unen una gran cantidad de personas: los doctores Ana María Botey, Anthony Goebel, los máster Bernal Rivas y Carmen Liddy fallas quienes formaron parte del proyecto Clionet Costa Rica.
A los colegas que por amistad accedieron a publicar en lo que aquella época se consideraba un medio riesgoso en lo académico como era la Internet. Gracias al MSc. Carlos Naranjo Gutiérrez de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional con su artículo “La primera modernización de la caficultura costarricense (1890-1950)”; al Dr. José Antonio Fernández Molina de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional Universidad Nacional “La población afroamericana libre en la Centroamérica colonial”: al MSc. Bernat Hernández. De la Universidad Autónoma de Barcelona con su trabajo “Finanzas y hacienda en los territorios de la monarquía hispánica. Revista de una década historiográfica, 1988-1998” a la Dra. Eugenia Rodríguez de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica, con su artículo “Dotar de voto político a la mujer". La Liga Feminista y la redefinición de las relaciones de género, (1923-1949)” y a los compañeros la licenciada Ana Cecilia Román y al bachiller Ronald Díaz, ambos de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica, con su base de datos “Tesis de la Escuela de Historia, Universidad de Costa Rica 1946-1999” se inició el número más difícil de construir de toda revista como es el primero, donde pesa la solidaridad, la amistad, la confianza hacia los proponentes.

La gran calidad gráfica alcanzada por Diálogos se debe a la pujante labor de la licenciada Marcela Quirós, Cindy Chaves, Maureen Montero y Pablo Hurtado quienes han sido bastiones en los cada vez más difíciles criterios de calidad.

Asimismo, reconocer en Ana lucía Mora la genial idea de colocar una página en Facebook para Diálogos, acción que fue rápidamente copiada por varios departamentos de historia como medios eficaces de establecer una comunicación más fluida con los distintos actores de la Escuela de Historia.


as indexaciones Scielo, DOAJ, Dialnet, Redalyc, e-Revistas; Latindex, UCR Index; Sherpa / Romeo, entre otras nos comprometen a seguir adelante en la búsqueda de la calidad, el conocimiento generado de y desde Centroamérica y el afán de reforzar el desarrollo de una historiografía más humana. Asimismo, seguiremos con nuestras políticas de libre acceso y aprovechando los nuevos servidores tanto de la Escuela de Historia como del Centro de Investigaciones Históricas de América Central.

Finalmente, muchas gracias al extenso comité internacional que cada vez que puede nos envía sus sugerentes recomendaciones.

De mi parte agradecer las posibilidades que dan el conocimiento y el trabajo colectivo


Dr. Juan José Marín Hernández
Director de Diálogos