En el 2008, en el libro “El lado oscuro:
ensayos sobre violencia” editado por Anacristina Rossi, Nora Garita, escribíamos
un artículo sobre la construcción social del miedo desde una perspectiva de trayectoria
historia, que abarcaba un largo periodo que iba de 1750 – 2008, en las
conclusiones señalábamos
Como el memorando del entonces diputado
Fernando Sánchez y del flamante asesor Kevin Casas, pretendía fomentar el miedo
social contra los opositores al Tratado Libre Comercio a través de cuatro
acciones como fueron: miedo a la pérdida del empleo; miedo a que se atacaran
las instituciones democráticas; miedo a la injerencia extranjera de países
supuestamente diabólicos como Nicaragua y Venezuela y miedo a los efectos
negativos de un triunfo del movimiento del NO sobre el Gobierno. Dichas acciones fueron apoyadas por diversos
sectores en especial por las empresas periodísticas, radiales y televisivas.
El memorando denotó los procesos
clásicos de instrumentalización del miedo como eran presentar las consecuencias negativas para las personas
de salirse del sistema o decisiones supuestamente correctas; crear sentimientos
colectivos de “atrapamiento sin salida”, es decir de pérdida de los
privilegios materiales y sociales
logrados hasta ese momento; fomentar la
apatía relativa, al inhibir, y hasta sancionar, la iniciativa individual, las
conductas críticas y emprendedoras para
cimentar en su lugar la sumisión y el cumplimiento de objetivos hegemónicos;
impulsar el miedo al cambio creando la sensación de los peligros a fallar,
creando un clima de conformismo y falta
de ilusión; y finalmente, al establecer
un contexto de inseguridad y precariedad en el cual todos temen a todos.
El memorando del miedo, como se
le conoció al documento escrito por Casas y Sánchez, evidencia una tendencia
cada vez más preocupante de la política nacional que se comenzó a gestar en la
década de 1990, la cual por cierto es una copia de los miedos sociales creados
por el denominado fascismo de mercado, desarrollado por Tony Blair, George
Bush, José María Aznar y otros políticos neoliberales.
En el 2008 señalábamos que la
tendencia apuntaba a:
1- Tomar la acción política no a
través de grandes proyectos de desarrollo, sino como un elemento donde la misma
se construye con mentiras y verdades a medias, que el “otro” (el adversario)
debe probar que son mentiras. Y aun
cuando esto se prueba, se tiene a los medios de comunicación para disculpar
cínicamente la mentira.
2- Una política basada en engañar
a la ciudadanía y justificar lo injustificable, siempre y cuando se deslegitime
las vías alternativas, aunque estas sean mayoritarias y tengan programas
humanistas viables.
3- La imposición del discurso y
pensamiento único donde solo existe una verdad, la cual deslegitima el utopismo
social y los horizontes esperanza.
En el 2008, también nos preguntábamos si ¿el
memorando Sánchez - Casas era una pista de los nuevos miedos sociales que deben
estudiar los historiadores y científicos sociales actuales? ¿si ese documento, era parte del proceso de
centroamericarización, en su sentido negativo, de las relaciones sociales y
canalización de la protesta social? ¿O si era una evidencia o no de que la
clase dominante costarricense apostó por un modelo de desigualdad social
creciente con dosis de represión a los sectores menos favorecidos y a los
grupos contestatarios al orden vigente?
En el 2014, los principales partidos políticos que
han fomentado el desarrollo desigual, atacaron al Partido Frente Amplio,
señalando los peligros de un cambio al modelo de desarrollo; evidenciando los riesgos
de desarrollar programas de equidad social en todos los ámbitos; los tropiezos
que significaría un proyecto de justicia social y los posibles tropiezos de acabar
con un estado clientelar.
El 2014, nos ha evidenciado que la ruta del
memorando del miedo ha sido tomada por empresarios que eufemísticamente se han denominado
"Alianza Costa Rica”, empresas con capitales internacionales; y políticos cuestionados
en su quehacer público. Todo amparado en grandes grietas
institucionales que rodean al Tribunal Supremo de Elecciones.
Como ayer, hoy los historiadores debemos asumir un
doble reto. Uno académico creando
interpretaciones y balances de esos proyectos basados en la construcción social
del miedo. Por otro lado, uno social y ciudadano, nada neutral y del lenguaje
rebuscado, pues implica participar en
foros, crear propuestas alternativas, formar a la denominada opinión pública y
evidenciar posibles caminos a un desarrollo equitativo que nacen de la misma
sociedad civil que nos rodea. Duros
retos a los que está preparada la historiografía costarricense, al menos, la
que evidenció constantemente con viejos historiadores comprometidos con su
sociedad y una serie de prometedores historiadores que desarrollan sus primeras
armas en el mundo historiográfico sin temores a su papel ciudadano.
Dr. Juan José Marín Hernández
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