domingo, enero 26, 2014

Miedos al cambio y confianza en el valor ciudadano



En el 2008, en el libro “El lado oscuro: ensayos sobre violencia” editado por Anacristina Rossi, Nora Garita, escribíamos un artículo sobre la construcción social del miedo desde una perspectiva de trayectoria historia, que abarcaba un largo periodo que iba de 1750 – 2008, en las conclusiones  señalábamos

Como el memorando del entonces diputado Fernando Sánchez y del flamante asesor Kevin Casas, pretendía fomentar el miedo social contra los opositores al Tratado Libre Comercio a través de cuatro acciones como fueron: miedo a la pérdida del empleo; miedo a que se atacaran las instituciones democráticas; miedo a la injerencia extranjera de países supuestamente diabólicos como Nicaragua y Venezuela y miedo a los efectos negativos de un triunfo del movimiento del NO sobre el Gobierno.  Dichas acciones fueron apoyadas por diversos sectores en especial por las empresas periodísticas, radiales y televisivas.

El memorando denotó los procesos clásicos de instrumentalización del miedo como eran presentar las consecuencias negativas para las personas de salirse del sistema o decisiones supuestamente correctas; crear sentimientos colectivos de “atrapamiento sin salida”, es decir de pérdida de los privilegios   materiales y sociales logrados hasta ese momento; fomentar  la apatía relativa, al inhibir, y hasta sancionar, la iniciativa individual, las conductas críticas y  emprendedoras para cimentar en su lugar la sumisión y el cumplimiento de objetivos hegemónicos; impulsar el miedo al cambio creando la sensación de los peligros a fallar, creando un  clima de conformismo y falta de ilusión; y finalmente, al  establecer un contexto de inseguridad y precariedad en el cual todos temen a todos.

El memorando del miedo, como se le conoció al documento escrito por Casas y Sánchez, evidencia una tendencia cada vez más preocupante de la política nacional que se comenzó a gestar en la década de 1990, la cual por cierto es una copia de los miedos sociales creados por el denominado fascismo de mercado, desarrollado por Tony Blair, George Bush, José María Aznar y otros políticos neoliberales.

En el 2008 señalábamos que la tendencia apuntaba a:
1- Tomar la acción política no a través de grandes proyectos de desarrollo, sino como un elemento donde la misma se construye con mentiras y verdades a medias, que el “otro” (el adversario) debe probar que son mentiras.  Y aun cuando esto se prueba, se tiene a los medios de comunicación para disculpar cínicamente la mentira.
2- Una política basada en engañar a la ciudadanía y justificar lo injustificable, siempre y cuando se deslegitime las vías alternativas, aunque estas sean mayoritarias y tengan programas humanistas viables.
3- La imposición del discurso y pensamiento único donde solo existe una verdad, la cual deslegitima el utopismo social y los horizontes esperanza.

En el 2008, también nos preguntábamos si ¿el memorando Sánchez - Casas era una pista de los nuevos miedos sociales que deben estudiar los historiadores y científicos sociales actuales?   ¿si ese documento, era parte del proceso de centroamericarización, en su sentido negativo, de las relaciones sociales y canalización de la protesta social? ¿O si era una evidencia o no de que la clase dominante costarricense apostó por un modelo de desigualdad social creciente con dosis de represión a los sectores menos favorecidos y a los grupos contestatarios al orden vigente?

En el 2014, los principales partidos políticos que han fomentado el desarrollo desigual, atacaron al Partido Frente Amplio, señalando los peligros de un cambio al modelo de desarrollo; evidenciando los riesgos de desarrollar programas de equidad social en todos los ámbitos; los tropiezos que significaría un proyecto de justicia social y los posibles tropiezos de acabar con un estado clientelar.

El 2014, nos ha evidenciado que la ruta del memorando del miedo ha sido tomada por empresarios que eufemísticamente se han denominado "Alianza Costa Rica”, empresas con capitales internacionales; y políticos cuestionados en su quehacer  público.  Todo amparado en grandes grietas institucionales que rodean al Tribunal Supremo de Elecciones.

Como ayer, hoy los historiadores debemos asumir un doble reto.  Uno académico creando interpretaciones y balances de esos proyectos basados en la construcción social del miedo. Por otro lado, uno social y ciudadano, nada neutral y del lenguaje rebuscado, pues implica  participar en foros, crear propuestas alternativas, formar a la denominada opinión pública y evidenciar posibles caminos a un desarrollo equitativo que nacen de la misma sociedad civil que nos rodea.   Duros retos a los que está preparada la historiografía costarricense, al menos, la que evidenció constantemente con viejos historiadores comprometidos con su sociedad y una serie de prometedores historiadores que desarrollan sus primeras armas en el mundo historiográfico sin temores a su papel ciudadano.

Dr.  Juan José Marín Hernández
 



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