miércoles, marzo 31, 2010

Michel Vovelle. Una de las figuras más importantes de la historiografía contemporánea

Michel Vovelle. Una de las figuras más importantes de la historiografía contemporánea


Tomado de http://elespejodeclio.blogspot.com/2007/04/michel-vovelle.html

viernes 20 de abril de 2007



Pocas veces se da la oportunidad de tener entre nosotros a grandes figuras de la intelectualidad europea como el profesor Michel Vovelle. En la senda de la célebre Escuela de Anales, Vovelle se convirtió en una de las figuras centrales de la historiografía internacional gracias a una relectura de la Revolución francesa a partir del estudio de las mentalidades colectivas, un enfoque que en la década de 1970 todavía se batía a duelo con la poderosa corriente de la historia económica.



La historia de las mentalidades venía incursionando en el ámbito académico en la década de 1960 con los trabajos seminales de Robert Mandrou, George Duby y Philipe Ariés. Pero gracias a los aportes de Vovelle, y también a los trabajos de Jacques Le Goff, la historia de las mentalidades ha ganado carta de ciudadanía en Francia y se podría decir que a estas alturas logra hegemonía entre las distintas opciones teóricas y metodológicas que se disputan en el campo de los historiadores. ¿Pero qué es la historia de las mentalidades?



Hace unos días tuvimos el honor de conversar con Michel Vovelle y en esa charla un Vovelle sencillo y carente de solemnidad como son los verdaderos maestros, precisó que no es fácil definirla. “Sería mejor hablar de sus campos de interés: la muerte, la vida, las actitudes de la gente, el amor, la familia, la sexualidad. Es una historia de las visiones del mundo, como proponía Mandrou, una historia de la cultura y una aproximación al imaginario colectivo, como decía Ariés.”



Otras corrientes historiográficas, también desde la década de 1960, habían prestado atención a la subjetividad de la gente como un factor a tener en cuenta para las explicaciones históricas. Tal es el caso de la llamada escuela británica, integrada por Edward Thompsom, George Rudé y Raphael Samuel, entre otros, quienes pusieron atención al sistema de valores de los trabajadores para entender las revueltas urbanas del siglo XVIII en Inglaterra y Francia. “Sin embargo –comenta Vovelle–, no había en esas investigaciones una voluntad de pensar con el concepto de mentalidad y más bien hacían referencia a la subjetividad de tipo clasista, mientras que las mentalidades son fenómenos que van más allá de las clases sociales.”



Precisa, además, que este tipo de estudios no se apoya sólo en los escritos, sino también en los restos gráficos y todo tipo de material que permita conocer las actitudes de las personas.



Aunque reconoce su deuda con Georges Lefevre y Ernest Labrousse, de quien ha sido alumno, Vovelle confiesa que construyó su carrera de historiador inspirándose en tres grandes maestros de quienes ha tomado lo esencial: “De Plutarco aprendí la narración; de Michelet, el uso de la intuición; y de Marx, el espíritu científico.”



Artículo Publicado en El Peruano el 10 de junio del 2003.


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Isabel Clemente


Reseñas

Tomado de http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/47/1.php



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La mentalidad revolucionaría representa una contribución singular a una nueva concepción de la historia de las mentalidades: implica, en primer término, una superación de la identificación historia de las mentalidades-larga duración que, a partir del célebre artículo de Fernand Braudel, aparecía como el marco necesario de las investigaciones en este campo. Frente a la definición de Braudel de las mentalidades como "prisiones de larga duración" y playas de la historia casi inmóvil, Vovelle valoriza el acontecimiento fundador, en este caso, la revolución como instancia de creatividad en el dominio de lo mental. En segundo término, implica una ruptura con el concepto de "mentalidad colectiva" considerada por el

autor como noción reductora y mistificadora, que supone un clima común, un espíritu colectivo de la época, una noción "interclasista" (según la expresión de Ginzburg), una idea que menos que ninguna otra tolera una revolución, la cual por el contrario, constituye un momento de tensión y de oposiciones de clase.



En tercer término, la originalidad del trabajo de Vovelle radica en la revalorización de la cultura popular, la cual en los tratamientos de otros historiadores aparecía como el dominio privilegiado de las inercias, de la estática y de la reacción al cambio, marcada por un estereotipo del cual daba claramente cuenta el vocabulario: "furores", terrores pánicos, fuerza mágica. Contra esta identidad arcaizante de lo popular, Vovelle rescata su capacidad creativa e innovadora y concentra su análisis en la generación de valores y de lenguajes nuevos "al calor" del movimiento revolucionario, allí donde otros han visto únicamente la simple perpetuación de tradiciones milenarias.



Uno de los aportes más valiosos del texto reside en la minuciosa referencia del marco historiográfico del cual ha partido el autor. Empeñado en una justificación de la validez de una historia de las mentalidades de la Revolución Francesa, Vovelle parte de un balance que revela las razones de la antigua desconfianza de la historiografía de tradición jacobina y de orientación revolucionaria, frente a planteamientos de signo conservador (o aún contrarrevolucionario) y alimentados no pocas veces con fórmulas pseudos-científicas tales como ciertos análisis antropomorfistas en boga a comienzos del siglo (en el estudio de las muchedumbres revolucionarias) o como ciertas explicaciones de corte pavloviano. En este sentido, el trabajo de Vovelle cumple también una ruptura con la tradicional desconfianza de los historiadores marxistas hacia la historia de las mentalidades, aun cuando los más grandes entre ellos y dedicados al estudio de la revolución, Georges Lefebvre y Albert Soboul, son en la consideración de Vovelle, los "padres fundadores" de la historia de la mentalidad revolucionaria, el primero con su artículo "Foules révolutionnaires" publicado en 1932 y, sobre todo, con La Grande Peur; el segundo, con su trabajo Les Sans-culottes parisiens en L' an II. Mouvement populaire et gouvernement révolutionnaire (1793-1794)



Además, la obra de Rudé sobre las multitudes en la Revolución Francesa proporciona a Vovelle un modelo interpretativo aplicado al caso marselles y en general al Midi. Por otro lado, los estudios de Claude Mazauric sobre el movimiento jacobino son seguidos de cerca en la construcción de una periodización para esta corriente revolucionaria. Estas consideraciones significan que el autor se sitúa en estrecha continuidad con la historiografía marxista de la revolución francesa. Sin embargo, su incursión en otras vertientes le ha permitido, en una medida importante, construir y desarrollar su método de análisis de las mentalidades. Vovelle valoriza particularmente la historia literaria, los trabajos de Paul Hazard y sobre todo de Daniel Mornet, cuyo libro, Los orígenes intelectuales de la Revolución Francesa, constituye un clásico de referencia obligada y aún no superado. Son también significativas para Vovelle, las contribuciones de Philippe Aries y sus estudios sobre la infancia; de Michael Foucault; de Mikhail Bakhtin y su estudio del universo rabelaisiano de cultura popular, de Maurice Agulhon y su texto Pénitents et Fran-maqons.



El análisis de Vovelle sobre la mentalidad revolucionaria otorga un lugar importante a las herencias culturales de larga duración y a las más recientes del movimiento de las Luces, pero se concentra de preferencia en la creación de actitudes, conceptos y valores nuevos, insiste en la creatividad revolucionaria, vivamente sentida por otra parte por los mismos contemporáneos y actores de la Revolución: ésta aparece así en la pluma de Vovelle como una auténtica "revolución cultural".



Su abordaje se distancia por igual de las explicaciones unitarias que establecían una causa primera de la revolución (la alteración de los valores tradicionales como secuela del filosofismo, entre los historiadores conservadores, el progreso del individualismo y el retroceso de la superstición como resultado de la difusión de las luces, entre los liberales) y de las explicaciones mecanicistas de lo mental como una realidad determinada por condiciones demográficas y económicas (p. 53).



Vovelle concluye que no se puede reducir el lugar de las sensibilidades colectivas a un rol epifenoménico puesto que tienen dentro de las superestructuras ideológicas un lugar propio.



Por otro lado, Vovelle rechaza de plano el modelo di fusionista que reducía la explicación de la sensibilidad colectiva por la transmisión vertical de un modelo elitista, simplificado y vulgarizado a nivel popular: por el contrario, el autor insiste en la elaboración de modelos de comportamiento y valores propios, muchos de ellos como reelaboración de formas antiguas y otros como creaciones innovadoras, dentro de lo que el texto denomina la "Superación dialéctica de las herencias recibidas"(p. 27) .



Dentro de estas coordenadas, el autor aborda el estudio de las manifestaciones de la mentalidad revolucionaria: el miedo y su transformación política en el mito del complot; la muchedumbre urbana, provincial y campesina; la violencia en su proceso de mutación desde la explosión espontánea hasta las formas institucionalizadas del Terror y los Tribunales revolucionarios, a través de un proceso de creciente organización y teorización por parte de un movimiento sansculotte gradualmente politizado, que llega a justificar la violencia en términos de necesidad histórica y de defensa legítima de la revolución.



Una parte muy importante del texto está dedicada a lo que Vovelle denomina el "Homo Novus" revolucionario. A través del examen de ciertas nociones, pueblo, fraternidad, igualdad, felicidad, del análisis sociológico del grupo sans-culotte y sus organizaciones (asambleas seccionarías estudiadas en París por Soboul y en Marsella por Vovelle) el autor saca a luz un tipo humano nuevo: el militante, cuyo perfil social y grado de activismo se fijan con precisión, (p. 117) Pero es sobre todo el examen del héroe revolucionario y las modalidades diversas de la heroización una de las contribuciones más interesantes del texto: de la desconfianza por las glorias sospechosas de pretensiones cesaristas hasta la construcción de la trinidad de mártires revolucionarios y la exaltación de los héroes-niños se desenvuelve una peripecia que sufre una corte en Thermidor.



En el estudio de las formas de la sociabilidad revolucionaria, de la fiesta de la religión y los cultos, de la vida cotidiana y las costumbres, del amor y de la muerte, el autor establece los elementos novedosos que la revolución crea, al lado de las supervivencias y de las' 'relecturas" de formas antiguas: la fiesta con sus escenarios, sus imágenes, sus discursos y su música, como expresión de un nuevo ideal de la sociedad y del mundo, de la imagen de la mujer y del niño, en un proceso de mutación que examina desde los comienzos de la revolución hasta el fin del Directorio; las escenografías neo-clásicas y las referencias a Grecia y Roma; la religiosidad revolucionaria manifiesta tanto en un movimiento descristianizados de fuerte arraigo popular, en el carnaval y en el culto a las Diosas-Razón como en los cultos oficiales del Ser Supremo y de los mártires, las fiestas decadarias y la teofilantropía del Directorio; los nuevos valores del compromiso político, la fraternidad y la felicidad: el sentido de la vida breve, la laicización de la familia, el nuevo derecho sucesorio; los nuevos conceptos de pareja (la unión libre entre los sans-culottes) de la infancia y la juventud, de la mujer, en un discurso por momentos moralista y misógino; la nueva imagen de la muerte, ampliamente nutrida del lenguaje médico y expresada en nuevos rituales fúnebres seculares y recatados.





Como resultado de estos análisis, Vovelle establece un balance revelador del cambio que la revolución introdujo en las mentalidades, ampliando el imaginario colectivo, la sensibilidad y la vida cotidiana del siglo siguiente, aun cuando el texto no escatima la consideración de las manifestaciones de la marginalidad y de la oposición ante el hecho revolucionario. Desde el punto de vista metodológico, el libro ofrece un modelo de tratamiento en la Historia de las mentalidades dentro de un cuadro de interrogaciones sobre los juegos de la larga duración secular y del tiempo corto de una revolución [*].



Las fuentes utilizadas incluyen una gama amplísima de documentos escritos y no escritos: declaraciones, proclamas, prensa, hojas sueltas, afiches, pintura neo-clásica, decoración de vajillas, cartas de juego, trajes y peinado (el corte' 'a la guillotina") la música (canción revolucionaria e himno adaptado del canto gregoriano entre los ven deanos), la epigrafía, etc.



Los procedimientos utilizados en la lectura de la documentación varían desde el análisis cuantitativo hasta el re-examen de la literatura tradicional y la hagiografía e incluyen de un modo destacado el análisis cualitativo de datos.



La cuantificación de los registros electorales, los informes de asistencia a clubes y secciones, las curvas de la demografía histórica (sobre variables tales como el grado de compromiso político y del militantismo (e Inversamente, la magnitud de la marginalidad y del rechazo a la revolución) o el alcance de la recepción entre las gentes de la nueva legislación (el divorcio, o el derecho sucesorio, por ej.). Sobre estas bases, el autor construye una cartografía de Francia que revela la regionalización de las sociedades revolucionarias, de la emigración contrarrevolucionaria, del culto a los mártires de la libertad, del movimiento descristianizados y sus rechazos, etc. El análisis lexicográfico de las imágenes (aplicada tanto al arte popular y al grabado como a la gran pintura neoclásica) revela temas, conceptos (libertad, regeneración) valores a promover o a extirpar (fanatismo, superstición), la desaparición del viejo repertorio (la Pasión, los mártires cristianos, el Juicio final) y la irrupción de imágenes y símbolos tomados del clasicismo griego y romano (la pintura de David). El análisis de los contenidos simbólicos (escarapela, gorro frigio entre los grupos populares, el rosario y el corazón de Jesús entre los vendeanos) permite al autor establecer las formas y la evolución de los sentimientos de comunidad y la transición de las nociones (como la de "pueblo" que desde el "buen pueblo" de la concepción social del Antiguo Régimen evoluciona hacia la idea nueva de fraternidad igualitaria y culmina en la acepción restrictiva de pueblo por oposición a los poderosos).



Finalmente, la lectura "en negativo" de las fuentes de la represión esclarece los comportamientos y actitudes y contribuye a la construcción de perfiles sociológicos.



De esta manera el abordaje de Vovelle incorpora a la historia de las mentalidades la dimensión económica, social y demográfica sin incurrir en reduccionismos simplificadores ni en determinismos mecanicistas ni en un fácil "miserabilísimo" que convierte la miseria en el motor único del comportamiento de las masas (P. 194): por el contrario se trata de un análisis extremadamente fino de los matices y por ello es su lectura especialmente sugestiva.

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