domingo, agosto 27, 2006

De la Historia Local a la Historia Social


De la Historia Local a la Historia Social: "
De la historia local a la historia social.
Algunas notas metodológicas [1]
Iván Molina Jiménez
Investigador Escuela de Historia
Universidad de Costa Rica
Correo electrónico: ivanm@cariari.ucr.ac.cr


El propósito de este artículo es contextualizar brevemente los trabajos de historia local, analizar los distintos enfoques que existen al respecto y discutir algunos de los problemas básicos que enfrentan los estudiantes de historia (a nivel de Licenciatura y Maestría) al tratar de construir una historia social a partir de lo local. Sin pretender ser originales o exhaustivas, las notas siguientes están concebidas como un apoyo para la docencia (en Historia, aunque también podrían ser útiles para otras disciplinas sociales), en particular para los talleres en los cuales los estudiantes preparan sus proyectos de investigación.
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1. De las monografías a la microhistoria

En cierto sentido, la historia local tiene sus antecedentes en las monografías históricas que estuvieron de moda principalmente durante el siglo XIX. El análisis de casos individuales, muy circunscritos geográficamente, se veía como el paso previo e indispensable para efectuar, en un futuro impreciso, la gran síntesis del conocimiento acumulado. Esta última, sin embargo, jamás se realizó, por lo que todo el esfuerzo desplegado (en su mayoría por aficionados, anticuarios y otras figuras de esta índole) deparó únicamente trabajos individuales, descriptivos y sin relación entre sí.
La renovación historiográfica acaecida en el siglo XX procuró superar esta inclinación a la monografía mediante diversos exp"






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+ Referencia del autor
Pase adelante
Los 7 pecados capitales
Tomado de http://wvw.nacion.com/dominical/2001/agosto/05/dominical1.html


Rocío Fernández

Iván Molina

Las nuevas generaciones de historiadores, sin importar adscripción ideológica, reverencian su rigurosidad intelectual. Sus adversarios lo piensan antes de medir fuerzas con su agudeza porque cuesta encontrar antídoto contra su ironía. Famoso e infame: dos caras de un rostro tímido y risueño, de un personaje algo excéntrico que vive para comprender e interpretar la historia.

Empezó como historiador económico pero con los años desembocó en la historia cultural y la historia política.

Sus análisis giran alrededor de los conflictos que se derivan de los procesos de diferenciación social y cultural, tejido de tensiones que él suele cruzar con la dinámica política. ¿Sus cualidades? Obstinadamente exhaustivo, responde. Busco todas las posibilidades y reelaboro mucho mis trabajos. Siempre me expongo a la crítica de colegas de otras universidades.

A Iván Molina Jiménez le encanta su trabajo académico, investigar, publicar y reseñar estudios de otros.

No es proclive a la exposición pública, pero le gusta definirse como un crítico sistemático de la producción histórica. Obtuvo una maestría en historia en la Universidad de Costa Rica y es autor y coautor de unos 20 libros.

Discípulo directo de "los afrancesados" –generación de graduados en Francia que renovó la disciplina sin ningún prejuicio ante la academia norteamericana–, suele viajar a esa democracia liberal a realizar investigaciones; sus últimos estudios sobre Costa Rica los ha hecho desde la Biblioteca del Congreso, en Washington. Ninguna novedad para quien desde finales de los 80 ha buscado en Inglaterra y Alemania las fuentes para sus estudios comparativos.

Descrito como un enfant terrible de la disciplina por su afición a la crítica y el análisis meticuloso (lo rutinario en cualquier profesional), ha sido acusado de decir a la élite académica lo que no quiere oír. ¿Le gusta polemizar? Sí. ¿Es irónico? También. Pero la gente termina personalizando la discusión.

Nadie mejor que él para averiguar: ¿cuáles son los 7 pecados capitales de los costarricenses? Iván Molina engancha con la picardía, aunque esta no le gane el favor del mundo académico. A continuación, sus respuestas:

Orgullo: El de una institución pública que, cuando llegó a Costa Rica el turista un millón, expresó: "Un país que atrae un millón de turistas tiene que ser un país maravilloso."

Avaricia: La de quienes procuraron eliminar los subsidios a los pequeños y medianos productores, recortar el gasto social, bajar los salarios reales, elevar las tarifas de los servicios públicos y aumentar los impuestos indirectos, mientras favorecían a las grandes empresas con exenciones de todo tipo, CAT y otros "estímulos" de esta índole.

Lujuria: La que está presente en los dibujos genitalmente explícitos que el enfant terrible del siglo XIX, José María Figueroa, hizo y distribuyó en el Cartago de 1843, los cuales le valieron ser llevado a juicio por "obsceno y vago".

Envidia: La que experimentan ciertos empresarios y políticos costarricenses cuando, al comparar las condiciones sociolaborales de Costa Rica con las de El Salvador y Guatemala, descubren lo adelantados que, en tal materia y según la ideología neoliberal, siempre han estado estos dos últimos países.

Gula: La que era incitada por Gustavo Meinecke, un comerciante asentado en el San José de 1858, quien ofrecía a sus consumidores acaudalados "jamón de Westfalia, carnes, patés, legumbres, quesos de Holanda y Lymbury frescos, pescados secos y en aceite, frutas en almíbar y coñac, aceitunas, encurtidos, mostaza, salsas y otras".

Ira: La que cotidianamente se transforma en violencia doméstica.

Pereza: La que caracterizaba a ciertos empleados públicos de principios del siglo XX, quienes, de acuerdo con una crónica del académico y futuro diplomático estadounidense D. G. Munro, "gastaban su tiempo fumando cigarrillos, escupiendo sobre el piso y hablando entre sí mismos en voz alta".

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