viernes, febrero 14, 2014

La disolución de la historia en el puro presente



Tomado de http://www.clarin.com/opinion/disolucion-historia-puro-presente_0_832116845.html

Por Federico Lorenz HISTORIADOR

Frente a una tendencia que pretende fundar el acontecimiento en fechas presuntamente decisivas que se imponen desde un relato oficial, es necesario recuperar una noción de tiempo que conlleva la idea de la Historia como construcción humana en la que todos tenemos un lugar.








La disolución de la historia en el puro presente

20/12/12
En un cuento de Elsa Bornemann, el año verde se hacía realidad el día que los súbditos de un rey mentiroso materializaron sus promesas incumplidas por su propia mano a fuerza de pinceles y pintura. El relato, que fue prohibido durante la última dictadura, hablaba a los niños de la agencia popular para producir los cambios sociales. Ahora, parecería que en unos pocos días el año verde está por llegar.
Pero en realidad, a lo que asistimos es al deterioro de un elemento fundamental para nuestra autopercepción como actores sociales: el tiempo histórico.
Mark Twain escribió que “el hombre es un experimento, y el tiempo demostrará si valía la pena”. Hoy en día, el clima cultural y político nos niega esa posibilidad, consistente en pensar históricamente para intervenir de manera crítica, para ensayar y equivocarnos.
Algunos historiadores, como François Hartog, hablan de presentismo : un tiempo social y cultural en el cual no hay ni horizonte de experiencias (las que vivimos en el pasado, los proyectos que tomamos, los legados que reivindicamos) ni de expectativas (el futuro que imaginamos, nuestras esperanzas), porque se han superpuesto en el hoy . Según esta mirada, todo se diluye en un gigantesco presente , un tiempo único simbolizado en la transmisión en vivo del ataque a las Torres Gemelas en 2001, un acontecimiento que se iba conmemorando a sí mismo al mismo tiempo que se producía: el “11S”.
Pobre Mark Twain: hoy sería imposible verificar su experimento. Y sin embargo, es esencial. Desde la educación, por ejemplo, quizás la tarea más urgente sea la de recuperar una noción de tiempo que conlleva la idea de la Historia como construcción humana. No desde un decadentismo nostálgico que añora un pasado ideal, sino como la reivindicación del derecho a un tiempo que nos haga humanos , vital para el intercambio entre las generaciones.
El presentismo rompe ese proceso. Borra la posibilidad de la distancia crítica tanto a adultos como a jóvenes. Nos impide comunicarnos.
Es empobrecedor, política e intelectualmente . Mezcla, confunde, desjerarquiza y, en consecuencia, impide distinguir tanto las amenazas a nuestro futuro como los aliados para pensar y construir.
Pero es tentador porque, como sostiene Hartog, “la economía mediática del presente no cesa de producir y de consumir acontecimientos (...) Pero con una particularidad: el presente, en el momento mismo de crearse, desea mirarse como ya histórico, como ya pasado”.
La mirada presentista es epidérmica: magnifica cualquier gesto público, al volver imposibles las comparaciones y proyecciones o, a la inversa, al forzarlas banalmente.
El año verde ha llegado, mas no por la fuerza popular. El presentismo nos vuelve ingenuos. Los “11S”, “8N”, “20N”, “7D”, son simplificaciones conceptuales que nos hacen vivir en vísperas de Armagedones y Apocalipsis diarios. El mentado día del arquero será mañana. Esa forma de entender la Historia revela en muchos de sus protagonistas una soberbia tan grande como el miedo al cambio , la ignorancia y el elitismo que la alimentan: porque todo se reduciría a una única verdad, una única fuerza, un único poder, obviamente el propio . Pero sin dialéctica no hay cambios culturales ni políticos. No todos seremos protagonistas del siglo, pero todos somos actores de los cambios: todos tenemos un lugar en la Historia.
Este presente es lo contrario: solo vive porque funge en la idea de que cada día hay una batalla decisiva, de que cada acto histórico es fundacional y definitivo , de que nada volverá a ser como antes. No hay espacio para construcciones, sino para instalaciones, demoliciones o imposiciones .
Los “momentos decisivos” son negaciones de nuestra capacidad de agencia, de nuestra condición de sujetos históricos. La recuperación del tiempo a escala humana es fundamental porque los proyectos se construyen y se defienden entre todos: entre los que ya no están, entre nosotros, entre los que vendrán.

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