martes, septiembre 15, 2009

Entrevista a Heriberto Cairo Carou

A FONDO: HERIBERTO CAIRO CAROU: HISTORIADOR

"Después de Malvinas cambia el modo de pensar y hacer la guerra"
tomado de www.clarin.com/.../zona/2007/07/01/z-04015.htm



Fabián Bosoer.
fbosoer@clarin.com



Con la guerra en el Atlántico Sur se terminan ciertos nacionalismos y la complacencia frente a la solución bélica. Ni la idea de soberanía ni las estrategias militares y mediáticas serán ya las mismas.

Da la estampa del escritor español del Siglo de Oro; uno puede imaginarlo también discurriendo de filosofía, política o narrativa en las agitadas tertulias de la España republicana pre-guerra civil. Heriberto Cairo Carou, gallego nacido en Lugo, es catedrático en la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es profesor titular de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Desarrolla sus investigaciones en el campo de la geografía política, con especial énfasis en el estudio de la geopolítica de la guerra y la paz, las identidades políticas e ideologías territoriales y las fronteras. Dirige una colección sobre geopolítica crítica y escribió numerosos libros sobre el tema, entre ellos "Malvinas: La construcción social del conflicto territorial argentino-británico", editado en España y citado en la fundamentación de la ley aprobada recientemente en el Congreso que le otorgó una pensión vitalicia a los ex combatientes argentinos.

Recibe a Clarín en su oficina de la Universidad, en el campus de Somosaguas en las afueras de Madrid, y se sumerge en el tema que lo ocupa, recordando la necedad de todas las guerras, aun las consideradas justas. "Mi padre entró en Guernica -dice- pocas horas después del bombardeo. Fue de las pocas cosas que me refirió de una guerra que prefería olvidar, como casi todos los que se quedaron. Por lo que me contó, el cuadro de Picasso se queda corto a la hora de reflejar el horror que encontró. No hay buenos y malos en los bandos de una guerra, sólo los que matan y los que sufren la carnicería".


¿Qué hace de la guerra de Malvinas un conflicto tan especial para los estudiosos de la historia militar del siglo XX?

Por empezar, es un dato que Malvinas no es uno más de los tantos conflictos que se desarrollaron en el siglo XX sino que forma parte de una transición entre lo que la politóloga Mary Kaldor denomina distintos "modos de hacer la guerra". Esto es, entre la etapa que incluye la Segunda Guerra Mundial, las guerras de Corea, Vietnam y Camboya, etc. -que se puede calificar como de guerra industrializada y de masas- y otra etapa que algunos autores denominan guerra posindustrial, "de espectáculo deportivo". Esta última va a estar muy influida por la revolución tecnológica en los asuntos militares y por la televisión: fuerzas mucho más dispares, enfrentamientos entre norte-sur o centro-periferia, etc. En Malvinas, en síntesis, se anticiparon muchos aspectos de lo que serían las guerras y conflictos que vendrían luego.


Desde el punto de vista de la dinámica de los conflictos, ¿qué cambios se producen en concreto a partir de la guerra de las Malvinas?

Comienza un estilo de campañas cortas, especialmente en el caso del Reino Unido, con ejércitos profesionales, en las cuales se emplean dotaciones de efectivos especializados, muy preparados y con objetivos bien concretos. Y también en el caso argentino, se suele hacer hincapié en el papel destacado que tuvieron las fuerzas aéreas. El ejército de conscriptos enviado a las Islas desempeña una resistencia muy fuerte y valerosa, pero quedan abandonados a su suerte frente al ejército profesional británico.


¿En este sentido, también encajaría en ese nuevo modelo...?

Así es, y la guerra se define a partir del poderío naval de la marina británica; cuando ésta se desplegó hacia las Islas, no pudieron detenerla los cazas argentinos, la Fuerza Aérea ni la marina argentina, que después del desastre del Crucero General Belgrano desaparece del escenario. El viejo ejército territorial muestra su absoluta inutilidad. Tuvo sus casos de heroísmo y otros, como el del capitán Astiz, de cobardía absoluta.


¿Fue un conflicto movido puramente por el nacionalismo o por cálculos más pragmáticos de ambas partes?

También en este sentido, después de Malvinas cambia el modo de pensar y hacer la guerra. Las guerras empiezan a dejar de ser la máxima exaltación de las manifestaciones patrióticas y del choque entre dos nacionalismos. Tanto en Argentina como en el Reino Unido, la guerra fue vivida en términos de nacionalismo: no hubo una resistencia notable en ninguno de los dos países, mientras que las campañas que se iniciarán posteriormente van a contar con cierta resistencia interna. Así ocurrió con la Guerra del Golfo en los EE.UU. y en Europa, y con las guerras actuales en Irak y Afganistán. En Malvinas -se ha visto en estas evocaciones del cuarto de siglo- se despiden dos formas de nacionalismo territorial, el inglés y el argentino, que encontraron allí su demostración bélica final.


¿No se sigue utilizando el espíritu nacionalista como principal justificativo para las guerras?

No es que los británicos sean hoy menos nacionalistas; es que las guerras en las que participaron luego no tuvieron ese tan fuerte sesgo patriótico y nacionalista.


¿Cómo se combina esto con lo que usted llamó "guerra de espectáculo deportivo"?

Las guerras de "espectáculo deportivo" implican, por supuesto, la participación de la gente, pero de una forma muy diferente a cómo lo hacía en los modos de guerra moderna tradicional.

Ya no es necesario que batallones de ciudadanos-soldados mueran en las trincheras, ahora ciudadanos-espectadores celebran la precisión y el poderío de su "equipo" en estas supuestas "guerras sin-bajas".


¿Respecto del estado actual del conflicto por las islas del Atlántico Sur, ve hoy alguna forma de revertir el bloqueo de toda vía de negociación con la Argentina por parte de Gran Bretaña?

No digo nada nuevo, pero es evidente que Galtieri le hizo el más grande regalo, que no creo que jamás soñaran, a los habitantes de las Malvinas: legitimar su presencia mientras ellos quisieran. Y este parece un dato poco menos que incontrastable e irreversible. Por otro lado, les regaló el hacerlas una colonia viable, un territorio con uno de los PBI y de las rentas per cápita más altas del planeta. La situación de los kelpers antes del 82, comparada con la de ahora, muestra dos mundos completamente diferentes. Todos los censos, desde el 82, van mostrando un aumento de la población... sumado a la base militar allí instalada.

¿Si tuviera que sintetizar las enseñanzas que dejó esa guerra...?

Quizá, que el mundo definido por la soberanía de los territorios y los Estados, aunque exista, mira más hacia el pasado que hacia el futuro. Sería importante entender que no necesariamente tenemos que compartir ideas post-soberanistas sobre la política internacional, pero sí sería conveniente entender que ya se han producido transformaciones importantes y que en los próximos años se van a producir otras todavía más fuertes. Frente a eso deberíamos intentar presentar -y optar por- nuevas fórmulas. Luego, en segundo lugar, queda la enseñanza de que las soluciones rápidas, que suelen ir acompañadas de violencia o capacidad de ejecución inmediata, son malas consejeras, y que se pueden volver un búmeran, como lo vemos claramente en Irak y Afganistán. Está cada vez más claro, si es que alguna vez alguien pensó que la guerra podía ser una solución, que no lo es.


¿Es posible pensar en una geopolítica de la paz de una manera diferente a la concebida por el realismo clásico: "prepararse para la guerra"?

La paz no puede entenderse como la ausencia de guerra declarada, ni siquiera como la ausencia de todo tipo de violencia; debe comprender también las acciones necesarias para construir la paz. Entre éstas últimas, se incluyen geoestrategias orientadas hacia la superación de la violencia, es decir, medidas que contribuyan a establecer estructuras geográfico-políticas que, con diverso alcance, no favorezcan el conflicto y promuevan la cooperación.


¿Por ejemplo?

A la hora de la elaboración de geoestrategias de paz, podemos distinguir entre las que se centran en la paz como fenómeno de corta, mediana o larga duración. Las primeras serían estrategias geográficas para la resolución de conflictos concretos; por ejemplo, la partición de un territorio disputado o el establecimiento de un nuevo trazado de las fronteras entre Estados o dentro de estos. Las segundas serían formas de organización del espacio que, dentro de la actual estructura geográfico-política global, reducen las posibilidades de conflicto, como las Zonas Desnuclearizadas y las Zonas de Paz. Y las últimas estarían constituidas por diversas opciones para superar las estructuras espaciales en las que en la actualidad se generan los conflictos.


¿No afecta esto reivindicaciones soberanas de los países menos fuertes?

Puede ser que sí o que no. Serían ejercicios de "evasión de la soberanía" que ponen en cuestión el monopolio estatal sobre los símbolos y las prácticas de la soberanía territorial. No implican necesariamente la extinción del Estado territorial, aunque fomentan dos principios: la civilización global, de contornos necesariamente indefinidos, y la desmitificación de la soberanía territorial, del espacio rígidamente segmentado que corresponde a los territorios de los Estados-nación.


Copyright Clarín, 2007.

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