Jurgen Ureña Arroyo
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Larga trayectoria. El director recibirá el Oso de Oro del Festival de Berlín por sus cintas de compromiso social
En el principio fue el cine silente. No se escuchaban el
silbato de la locomotora que llegaba a la estación, ni el murmullo del
agua que caía sobre el arbusto grande del jardín, ni la algarabía de los
trabajadores que salían de la fábrica. Después llegó el sonido, y, sin
embargo, esos trabajadores permanecieron en silencio, sin voz, durante
mucho tiempo. Desde sus orígenes, al cine le ha costado mucho trabajo
hablar del trabajo. El cinematógrafo creció con deseos de imaginar, de
divertir y de evadirse precisamente de aquello que los mortales hacemos
durante la tercera parte de nuestra vida para, entre otras cosas, pagar
un tiquete de entrada en la sala oscura.
En el cine dedicado al universo laboral destacan La salida de los obreros de la fábrica (1895), filmada tempranamente por los hermanos Lumière, y los documentales de John Grierson y Joris Ivens, dedicados a la vida de los pescadores de arenque, los carteros nocturnos y los constructores de diques.
Charles Chaplin filmó sus divertidos Charlot camarero (1914), Charlot empapelador (1915) y Charlot bombero (1916) como apuntes hacia su memorable Tiempos modernos (1935).
Por aquella época también aportaron al cine sobre la clase trabajadora David Griffith, King Vidor y John Ford, quien dedicó ¡Qué verde era mi valle! (1941) a las dificultades de una familia galesa de mineros.
Una lista de directores interesados en el universo laboral incluiría a Vittorio De Sica, Giuseppe De Santis y Elio Petri, y más recientemente a Aki Kaurismaki y Fernando León de Aranoa.
Podrían sumarse algunos nombres al inventario; no obstante, si
continuamos por este camino, muy pronto la memoria nos conduciría
inevitablemente hasta el cineasta británico Ken Loach.
Cine y compromiso social.
Con una trayectoria profesional de casi medio siglo y poco más de 30
largometrajes a sus espaldas como director, Loach es sin duda uno de
los cineastas contemporáneos más comprometidos con la clase trabajadora.
Para confirmarlo bastan títulos como Riff-Raff (1991), Lloviendo piedras (1993), Ladybird, Ladybird (1994), Pan y rosas (2000), La cuadrilla (2001) y Dulces dieciséis (2002).
En sus entrevistas, Loach habla a menudo con expresiones como
“solidaridad”, “igualdad” y “movimientos de izquierda”, términos que
para algunos pueden resultar anacrónicos e incluso sospechosos. El
propósito de Loach no es la provocación, sino la invitación a la toma de
conciencia en el espectador.
Lo suyo es la
coherencia entre una vida ciudadana de rasgos austeros y un cine
político interesado en el retrato de los grupos sociales desplazados
hacia los márgenes de las grandes pantallas. Esto se deduce fácilmente
de sus palabras cuando afirma:
–Jamás he tenido el
deseo de ser rico; me gusta vivir tranquilo, de forma sencilla. A lo
único a lo que no sería capaz de renunciar es a hacer películas; sin
embargo, para hacerlas sobre personas ricas y bellas, con vidas de
fábula, ya está Hollywood, que además hace demasiadas.
La posibilidad de producir un efecto en la realidad se revela
tempranamente en la vida profesional de Ken Loach. Tras abandonar su
carrera de abogado, y después de una etapa breve como actor, Loach
consigue una beca para trabajar en la BBC.
En la BBC dirige una serie de docudramas entre los que destaca Cathy come home (1966): un ensayo sobre el desempleo y la indigencia, obra que produce cambios importantes en la legislación británica.
Muchos años después, el cineasta añade apenas algunos matices a su
confianza en la capacidad renovadora de las imágenes en movimiento,
cuando afirma:
–Una película no cambia al mundo, pero
al menos permite plantear preguntas, suscitar inquietudes, que resultan
necesarias para iniciar cualquier cambio.
En 1975, Loach estrena Days of Hope
, una serie televisiva sobre el Partido Laborista que le garantiza la
profunda enemistad de la extrema derecha de su país. Con esa serie se
inicia además una trayectoria caracterizada por la oposición al poder de
las grandes transnacionales y los gobiernos autoritarios.
Durante el extenso mandato de Margaret Thatcher, entre los años 79 y
90, el timón británico se inclina por el libre mercado y la
privatización. En pocos años, el desempleo se duplica y el número de
desocupados alcanza los 3,5 millones. Para el cineasta, el gobierno
thatcheriano significa una larga temporada de vetos y dificultades
creativas.
Tras el cambio político, Loach fija su
mirada en el desmantelamiento experimentado por la clase trabajadora
británica a manos de la “Dama de Hierro”. El resultado de este ajuste de
cuentas se inicia con la excepcional Agenda oculta (1990), un thriller político a la usanza del mejor cine de Costa-Gavras, que recibe el Premio Especial del Jurado del Festival de Cannes.
Vientos de cambio. A partir de Agenda oculta
, la filmografía de Loach se fortalece alrededor de un centro
gravitacional conformado por sus conocidas motivaciones y posturas
políticas, al tiempo que juega al salto entre géneros: del thriller político a la comedia de costumbres, del cine bélico y de reconstrucción histórica a la comedia dramática.
En la primera mitad de los años 90, Riff-Raff (1991) y Lloviendo piedras (1993) indagan en las amargas peripecias de los desempleados londinenses. Por otra parte, Ladybird, Ladybird (1994) apunta sus dardos contra la asistencia social aplicada por el gobierno británico durante esos años.
A partir de 1995, Loach persigue injusticias de otras épocas y latitudes: Tierra y libertad vuelve sobre la guerra civil española y sus íntimas contradicciones; La canción de Carla
(1996) representa la historia amorosa habida entre un chofer escocés y
una exiliada nicaragüense durante el tiempo de la contrarrevolución, y
Pan y rosas (2000) se sumerge en la “huelga de los conserjes” de la ciudad de Los Ángeles.
El nuevo siglo revela a Loach como una figura habitual en los podios de
premiación de los festivales de Venecia, Berlín y Cannes.
En Cannes recibió la Palma de Oro por su película El viento que agita la cebada
(2006). A la vez, es notoria su presencia en foros políticos y en
manifestaciones populares en defensa de causas que muchos de sus
colegas de la élite cinematográfica consideran perdidas.
En los últimos meses, Loach ha apoyado decididamente a Julian Assange, fundador de WikiLeaks.
“El caso de Assange es un buen ejemplo de cómo el poder criminaliza a
quien lo estorba. Assange y WikiLeaks revelaron los secretos de los
Estados Unidos y sus actividades ilegales en Irak, y ahora es víctima de
una persecución”, sentenció Loach recientemente.
Cuando se consideran una filmografía y una vida dedicadas a pensar el
trabajo mal remunerado, el desempleo, el reparto desigual de la riqueza o
la autoridad ejercida sin escrúpulos, se entiende la importancia de un
cineasta como Ken Loach, quien recibirá el Oso de Oro Honorífico del
Festival de Berlín en febrero del 2014.
Hoy, a sus 77
años, Loach ha forjado una obra bajo el método admirable de los
molinos: sin prisas ni pausa, sin ruido ni furia; con el espíritu de
aquellos luchadores incansables que Bertolt Brecht quiso llamar “los
imprescindibles”.
...
Filmografía selecta
Cathy come home (1966) (TV)
Days of hope (1975) (TV).
A question of leadership (1981) (TV).
Agenda oculta (1990).
Riff-Raff (1991).
Lloviendo piedras (1993).
Ladybird, Ladybird (1994).
Tierra y libertad (1995).
La canción de Carla (1996).
Pan y rosas (2000).
La cuadrilla (2001).
Dulces dieciséis (2002).
El viento que agita la cebada (2006).
En un mundo libre (2007).
Buscando a Eric (2009).
Route Irish (2010).
La parte de los ángeles (2012).
El espíritu del 45 (2013).
1 comentario:
Disfruto mucho de conocer un poco sobre la biografia de los cineastas y por eso quiero saber sobre ello. Mucho tiempo de mi ocio lo paso viendo películas, o jugando a los juegos play 3 sobre todo a los de futbol
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