Blog de historia social desarrollado por el Dr. Juan José Marín con el fin de establecer un espacio de diálogo y trabajo colectivo
sábado, junio 27, 2009
Yakob Rabkin, autor de En nombre de la Torah
Entrevista con el historiador Yakob Rabkin, autor de En nombre de la Torah
Judío, no sionista
Anna Maria Volpe
Peace Reporter
tomado de http://www.rebelion.org/noticia.php?id=87657
Traducido para Rebelión por S. Seguí
Yakob Rabkin es profesor titular de una cátedra del departamento de Historia de la Universidad de Montreal y miembro del Centro canadiense de estudios germánicos y europeos. En su libro En nombre de la Torah, Rabkin aborda la historia de la oposición judía al sionismo. Tema espinoso, del que se habla poco pero que resulta crucial para comprender la diferencia entre dos conceptos que a menudo se confunden y se solapan erróneamente: ser sionista y ser judío. En su libro, Rabkin explica cuáles son las razones teológicas y religiosas en que basan su rechazo del Estado de Israel muchos judíos.
En nombre de la Torah es un libro que ha levantado polémica y que tiene por objeto aclarar las diferencias entre la ideología sionista y el judaísmo. ¿Cuáles son estas diferencias? ¿Por qué según usted la existencia de Israel no sería compatible con los preceptos de la Torah?
El sionismo representa un movimiento nacionalista que tiene cuatro objetivos esenciales: transformar la identidad transnacional judía, basada en la Torah, en una identidad nacional según el modelo de las europeas; desarrollar una lengua nacional fundada en el hebreo bíblico y rabínico; trasladar a los judíos de sus países de origen a Tierra Santa; y establecer un control político y económico sobre Palestina. Tanto los sionistas como sus adversarios concuerdan en un punto: el sionismo y el Estado de Israel constituyen un momento de ruptura en la historia judía. Esta ruptura es el resultado de la emancipación y la secularización de los judíos en Europa durante los siglos XIX y XX. En el mundo judío europeo de finales del XIX, el sionismo aparece como una amenazadora e incongruente paradoja. Por una parte se trata de un movimiento modernizador que actúa contra la tradición, por otra parte idealiza el pasado bíblico, utiliza símbolos tradicionales y aspira a realizar concretamente el sueño milenario del pueblo judío. Sobre todo, el sionismo ofrece una nueva definición del ser judío: la identidad judía pierde su sentido normativo y el nuevo judío se asimila a una raza, a un pueblo o a una etnia. Esta concepción sitúa en un mismo plano a sionistas y antisemitas. El historiador israelí Yosef Salmon, a la vez que reconoce las múltiples posiciones que caracterizan la oposición religiosa judía al sionismo, da una definición: “En pocas palabras, el sionismo es visto como una fuerza de secularización de la sociedad judía (…) Dado que sus programas más importantes están asociados a la Tierra de Israel , objeto de las esperanzas mesiánicas tradicionales, es infinitamente más peligroso que cualquier otra fuerzas secularizadora, y por consiguiente es preciso criticarlo.” Ello explica la persistencia de la oposición al sionismo en los ambientes judíos tradicionales. Se trata de una oposición poco conocida y es por esta razón que la menciono. Este libro ha sido traducido inicialmente al italiano y luego a nueve lenguas. Lo que prueba la actualidad permanente de este asunto.
En el capítulo VI habla usted del Holocausto y de cómo éste ha servido para legitimar la ideología sionista. ¿En su opinión, ha habido una instrumentalización de este trágico acontecimiento?
Mi libro sólo trata superficialmente la instrumentalización del Holocausto, destinada a legitimar el Estado de Israel y la ideología sionista. Diversos estudiosos, entre otros Norman Finkelstein, han consagrado a este tema obras enteras. Mi libro añade a éste un análisis del discurso tradicional judío en relación con el Holocausto, incluyendo también las graves acusaciones dirigidas a los sionistas por diversas corrientes judías.
¿Por qué no se define usted como sionista?
Cuando Ben Gurión, en 1948, proclamó el nacimiento del Estado de Israel, en contra de la voluntad de los países limítrofes, e incluso de grupos judíos tradicionales, condenó la región a un conflicto crónico. Es una fuente de inestabilidad en el mundo y es el origen de la confusión creada entre el judaísmo rabínico, que aborrece el recurso a la fuerza, y el sionismo, ampliamente basado en la fuerza desde sus orígenes. Esta falta de claridad es peligrosa y deliberadamente mantenida y acentuada a fin de que el Estado de Israel pueda ser el único representante de los judíos en el mundo. Entre los sionistas y los judíos, laicos y religiosos, que se oponen a Israel hay una profunda fractura. Cada vez más a menudo los judíos se preguntan públicamente si el Estado-nación étnico establecido en Oriente Próximo es un buen garante de la seguridad de los judíos. Hay en muchos la preocupación por el hecho de que el sionismo militante destruye los valores morales judíos y pone en peligro a los judíos, israelíes y no israelíes. Comparto estas preocupaciones y, por mi parte, intento poner en evidencia aquello de lo que los padres fundadores estaban orgullosos: el antagonismo radical entre sionismo y tradición judía. Soy, por principio, opuesto a todo tipo de nacionalismo étnico exclusivo.
¿Qué responde usted a quienes sostienen que su tesis puede fomentar el antisemitismo y cuáles son los puntos en común entre antisemitismo y sionismo?
No recuerdo haber recibido críticas de este tipo. En cambio, quienes han leído mi libro consideran que puede aplacar la violencia anti judía en Europa, y que proporciona argumentos contra el antisemitismo: después de haberlo leído resulta imposible confundir el judaísmo con el comportamiento de un Estado que pretende hablar en nombre de todos los judíos. Hay algunos puntos de convergencia entre antisemitismo y sionismo que explican el rechazo del sionismo por parte del pueblo judío. Por ejemplo, la visión nacionalista del judío es propia tanto del sionismo como del antisemitismo que han sufrido los judíos en el curso del siglo XX. Ambos afirman que la verdadera patria del judío es Israel y no su país natal, en el que, según las dos ideologías, nunca podrá integrarse.
¿Estamos asistiendo al nacimiento de una opinión pública judía e internacional crítica con la capacidad de Israel de garantizar la seguridad a los judíos? ¿Qué papel puede tener esta corriente en la determinación de determinadas políticas israelíes?
Desde sus comienzos, el proyecto sionista ha recibido críticas. Hannah Arendt, Albert Einstein, Martin Buber y diversos rabinos han mostrado reservas en relación con el nacimiento de Israel. Y sin embargo, los sionistas han creado su estado sin prestarles atención. Hoy sería sin duda más eficaz convencer a los líderes políticos occidentales de que traten a Israel como a cualquier otro estado, sin tener en cuenta ni el mito del estado judío, ni el Holocausto. Por mediación de las capitales de sus países, los judíos pueden tener un impacto concreto y hallar la oposición que falta en Israel.
¿Cómo han acogido su libro en el mundo árabe y en el mundo judío?
He recibido muchos correos electrónicos de apreciación por parte de lectores judíos, cristianos y musulmanes. Grandes periódicos israelíes, libaneses, argentinos, canadienses, italianos y muchos otros han hablado del libro ofreciéndome la oportunidad de presentarlo. A la vez, diversos medios sionistas fuera de Israel han hecho el silencio sobre la obra.
Su libro termina con una frase del historiador israelí Boas Efron: “El Estado de Israel y todos los estados del mundo nacen y desaparecen. También Israel desaparecerá (…) Pero supongo que el pueblo judío seguirá existiendo mientras siga la religión judía, quizás algunos miles de años más. La existencia de Israel no presenta ninguna importancia para la del pueblo judío. Los judíos del mundo pueden vivir muy bien sin él.” ¿Cuál será el futuro de Israel, en su opinión?
La mayor parte de los israelíes no son judíos practicantes. Además, en un número significativo de casos, la ciudadanía israelí es equívoca, como ha demostrado recientemente el historiador israelí Shlomo Sand. Éste considera el pueblo hebreo como un concepto europeo, inventado para satisfacer las necesidades del sionismo. Es innegable que la formación de la identidad israelí nace en oposición a la judía tradicional. Israel niega esta evidencia, por cuanto pretende ser el Estado de todos los judíos del mundo antes que serlo de sus propios ciudadanos, judíos o no. Es en este punto donde noto tensiones internas, sin tener sin embargo la aspiración de predecir el futuro de este Estado.
S. Seguí es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.
http://it.peacereporter.net/articolo/16327/Ebreo%2C+non+sionista
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LOS POLÉMICOS SESENTA
A 60 años de la creación del Estado de Israel
tomado de http://www2.criticadigital.com.ar/index.php?secc=nota&nid=3552&pagina=5
El historiador Yakov Rabkin -de paso por Argentina- escribe en exclusiva su crítica al sionismo como generador de antisemitismo en el mundo.
En el sesenta aniversario de Israel, sus representantes y sus partidarios extranjeros expresan su preocupación respecto del antisemitismo.
Ahora bien, muchos intelectuales judíos, en Israel y en otros sitios, consideran que las invocaciones de antisemitismo realizadas por Israel reflejan sobre todo la razón de estado y, más que aportarle seguridad a los judíos, los pone en peligro. De hecho, existen razones objetivas que impiden al Estado de Israel combatir el antisemitismo. La mayoría de ellas son estructurales, sin ninguna relación con el partido en el poder, porque el antisemitismo dio desde siempre la legitimación más sólida para el proyecto sionista en su conjunto.
En principio, los dirigentes israelíes buscan desesperadamente aumentar la población judía de Israel. Están abiertamente inquietos por lo que ellos denominan “la bomba demográfica”, es decir la posibilidad en perspectiva de que los judíos se tornen una minoría en Tierra Santa; para paliar esta amenaza, alientan la “Aliá” (migración de judíos hacia Israel).
Haga clic aquí para leer la nota completa en la Edición Impresa.
*El autor es profesor de historia de la Universidad de Montreal. Su último libro, En nombre de la Torah: historia de la oposición judía al sionismo, fue traducido a ocho idiomas.
martes, junio 09, 2009
Paisajes del futuro
Paisajes del futuro
Josep Fontana
Sin Permiso
Una de las primeras cosas que se aprenden en el oficio de historiador es que la de profeta es una profesión de riesgo, condenada habitualmente al fracaso. El negocio sólo funcionaba con las reglas de los profetas bíblicos, que, al no comprometerse en señalar una fecha para la realización de sus vaticinios, no se veían obligados a rendir cuentas por su incumplimiento. Quienes llevan cerca de 2.000 años aguardando a que se realicen las profecías del Apocalipsis no se han puesto de acuerdo aún en cuál será la fecha en que se libre la batalla final de Armagedón, de modo que su confianza sigue estando a salvo.
No sucede lo mismo con aquellas profecías que se formulan a fecha fija, incluyendo las promesas electorales, aunque no estoy seguro de que haya que incluirlas entre las profecías, porque no está demostrado que las crean ni siquiera quienes las hacen. En cuanto a la literatura de anticipación, basta con repasar la interminable saga de las predicciones acerca de la suerte de la humanidad futura que se iniciaron en 1771 con el libro de Luis-Sébastien Mercier L'an deux mille quatre cent quarante, quien saludaba esta fecha como el "augusto y respetable año" que debía "traer la felicidad a la Tierra". O, para referirnos a vaticinios más cercanos, y expresados con mayor autoridad que los de un novelista, los del ingenuo Reportaje desde el siglo XXI, de Vasiliev y Gúschev, que nos hablaba en los años sesenta de "el presente y el futuro de la ciencia y de la técnica soviéticas", en unas entrevistas con científicos que pronosticaban que el XXI iba a ser "el siglo de oro de la abundancia", con grandes cosechas que acabarían con el hambre, en momentos en que se podría provocar fácilmente "la nevada en invierno y la lluvia en verano". Y anticipaban incluso hallazgos puntuales y concretos, como el de que en la Nochevieja del año 2000 los moscovitas podrían disfrutar de un sol artificial creado por el hombre, situado a unos 20 kilómetros de altura, con la ventaja adicional de que los óxidos de nitrógeno que se formasen en sus llamas caerían con las lluvias en la tierra, "lo que será un precioso abono para los campos".
Las más insensatas de todas las profecías suelen ser las que hacen pronósticos globales acerca de la evolución de las sociedades. La más lamentable que he leído recientemente es la del libro Climate Wars, de Gwynne Dyer, que hace una espeluznante previsión para el año 2045. Según Dyer, la Unión Europea se habría disuelto en 2036 como consecuencia de los problemas creados por la emigración de gentes procedentes de los países del sur hacia los del norte. Éstos se defendieron creando una Unión del Norte, integrada por Francia, el Benelux, Escandinavia, Polonia y los antiguos dominios de los Habsburgo (!), lo que les permitió cerrar por completo sus fronteras para no seguir recibiendo fugitivos de los famélicos países del Mediterráneo. Italia al sur de Roma se había desintegrado en un territorio sin ley ante la avalancha de los refugiados del norte de África, y sólo quedaba como un Estado organizado Padania, limitada a las tierras del norte de la península Itálica, que, junto a España y Turquía, se habían preocupado por adquirir armas nucleares para amenazar a sus vecinos del norte y obligarles a que compartiesen con ellos sus alimentos. La insensatez llega a tal extremo que me ahorra incluso el comentario.
Una especie de profetas profesionales que han conseguido sobrevivir al fracaso de sus predicciones sin sufrir demasiado descrédito es la de los economistas, que están obligados a pronosticar acerca de un futuro inmediato, y hasta se comprometen en ocasiones a fijar fecha de duración a sus previsiones, pero suelen remediarlo después ofreciéndonos explicaciones razonables acerca de las causas que explican que no haya sucedido lo que anunciaban.
En 2003, Roger Alcaly, director de una firma de inversiones norteamericana, afirmaba en su libro The New Economy que en las últimas décadas del siglo XX el mundo había iniciado "un periodo de gran innovación y revitalización", cuyo impacto se dejaría sentir "por al menos otra generación y probablemente incluso por más tiempo", comparable en trascendencia a otros grandes cambios históricos, como la revolución industrial.
Más grave resultó el caso de Alan Greenspan, quien en The Age of Turbulence, publicado en 2007, celebraba las glorias de "un mundo de economía capitalista global" mucho más "flexible, resistente, abierta y autocorrectora" que la del pasado, y pronosticaba una larga etapa de crecimiento para Estados Unidos y para el mundo entero, si se mantenían los principios liberales de respeto a los derechos de la propiedad y no interferencia del Estado en la economía. Pocos meses más tarde de la aparición del libro, el 6 de agosto de 2007, American Home Mortgage, una gran empresa privada dedicada al crédito hipotecario, se declaraba en bancarrota, como consecuencia de la caída de los precios en el mercado inmobiliario norteamericano, y se iniciaba una catástrofe económica sin precedentes en que las instituciones financieras iban a forzar al Estado a que interviniera para salvarlas del desastre.
Sorprende la contundencia con que Greenspan expresaba sus convicciones acerca del brillante futuro del capitalismo desregulado que él mismo había contribuido a alentar, cuando se lee en su biografía, escrita por Bob Woodward, que, en la época en que frecuentaba la secta que lideraba aquella plúmbea novelista que se llamaba Ayn Rand, Greenspan tuvo problemas con sus compañeros "objetivistas" porque sostenía que no le era posible demostrar con certeza ni siquiera su propia existencia, lo que le valió de uno de sus correligionarios el apodo de El Funerario. De haberse mantenido más consecuente con estos principios tal vez hubiera contribuido a que millones de asalariados de los cinco continentes no perdiesen sus puestos de trabajo.
Tras estas consideraciones sólo me cabe expresar el deseo de que los dioses nos libren de profetas y nos enseñen a ser más críticos con las promesas electorales.
Todmado de: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2616
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